La puerta
Moonlight
Mi mente lleva días dando vueltas, noto señales que me llaman, vicios que me seducen, susurros en los lóbulos de las orejas.
Después de una temporada durísima, de virus, de miedo a los estornudos, de sequía en el alma… durante una temporada que no ha terminado, y aún durará. Forma de vida a la que nos hemos acostumbrado, afortunadamente, renovarse o morir…
Susurros al oído, voces en mi mente. Calor, sudores…
Un alter ego quiere retornar, el mundo necesita expandirse, ¡el mundo necesita sentir placeres prohibidos entre tanta prohibición!
Las artes muertas, los movimientos limitados, los deseos coartados…
Calor agradable empieza a emanar en mi ombligo y se apodera de mi vientre. Se expande por mi cuerpo hacia arriba, hacia abajo, a los costados. Llega a mi sexo haciendo que se humedezca y cubre mi pecho con una sensación muy placentera, recorre mis piernas, hombros, brazos, sube por mi cuello haciéndome sentir un escalofrío en la nuca, llegando hasta mi cerebro. Mi vello erizado, mis pezones tiernos, el flujo de mi sexo deslizándose travieso por mis muslos. Jadeos de sexo tántrico, y entre tanto sentir provocado por el agradable calor que me rodea, de repente, abro los ojos.
Un pentágono en un círculo se ha dibujado en el suelo a mi alrededor. De él, comienzan a surgir llamaradas que me acarician sin dañarme, por todas mis zonas erógenas más desconocidas, detrás de las rodillas, cuello, orejas… llamaradas que muerden mis hombros, acarician mis pezones y bailotean en mi vulva híper lubricada. Oleadas de ese agradable calor subiendo y bajando por mi cuerpo. Gemidos cada vez más altos, jadeos más fuertes… alzo la cara y grito hacia el cielo:
– ¡Hieros Gamos! ¡Señor del infierno! ¡El mundo necesita este placer, ahora más que nunca!
Y al terminar el grito alzado desde lo más profundo de mi garganta, noto como a los laterales de mi cabeza surgen mis orejas de loba. Un relámpago de fuego me sacude de abajo hacia arriba provocándome el orgasmo más caliente que haya sentido en mi vida. El aullido lobuno arrancado de mis entrañas pone la guinda al pastel de mis gemidos. Caigo extenuada de rodillas en el centro del pentágono. Las llamas ondean suavemente dibujando la figura a mi alrededor. En mi calma de «la petite mort», miro al cielo. Las nubes se abren y la luz de la luna llena desciende sobre mí, bañando mi desnudez.
Mordiéndome el labio inferior, con una sonrisa de medio lado y la mirada intensa, pico con los nudillos en el suelo.
Toc, toc, toc.
El círculo del pentágono cruje y se separa del suelo, comenzando a descender como un ascensor oscuro al inframundo. Y al llegar a su destino, bañado con tenue luz roja. Ahí está él.
Hieros Gamos, sentado en su trono, cubierto de cuero negro y cadenas plateadas, con su melena cayendo elegantemente por los hombros.
Me pongo de pie con movimientos de gata en celo, y sus cuernos demoníacos crecen lentamente hasta conseguir la elegancia que recordaba de aquella época pasada.
Nos miramos a los ojos.
No nos hacen falta palabras.
La puerta del infierno DevilBao, ha vuelto a abrirse.
¡Disfruten, seres lujuriosos!