La tiranía de la monogamia
Hieros Gamos
En el principio el ser humano no era monógamo (o eso se cree). Antes del neolítico, cuando la especie era cazadora-recolectora y por consiguiente nómada, no existía esa idea de la propiedad privada y esto incluía las relaciones de pareja. Por entonces, los pequeños grupos humanos compartían todo, desde la caza hasta los niños y la crianza de estos. Se ve que vivían en el aquí y ahora y en ese fugaz pero perenne instante, todo era de todos. La maniobra era inteligente ya que en ese contexto las posibilidades de supervivencia del grupo aumentaban significativamente cuando los recursos se compartían, incluyendo el sexo.
Más tarde se descubrió la agricultura y con ella los primeros asentamientos. Ya no era necesario andar de un lado para otro en busca de caza y recursos y podías construir tu propio refugio. Con esto llegó la propiedad privada… y la monogamia.
Cierto, esto es extremadamente simplificado e impreciso, el por qué de la monogamia es muchísimo más complejo pero lo que quiero decir es que existe por una necesidad. Una necesidad que tal vez a estas alturas ya esté obsoleta.
Quizás hoy en día vivimos en la sociedad sexualmente más libre que ha existido: la descendencia ya no es imperativa, no necesitamos hijos para que trabajen la tierra o nos cuiden cuando seamos mayores. Incluso cada vez es menos patente la imposición social en lo que a tener hijos respecta y más y más parejas deciden voluntariamente no tenerlos. Quizás por fin le hemos dado la vuelta a la tortilla y hemos dejado en un segundo plano el factor reproductivo del sexo para poner en primera línea la parte lúdica. Vamos que ahora principalmente follamos por gusto. Pero entonces ¿qué pinta la monogamia en todo esto?
La monogamia hoy por hoy es en esencia un contrato social, una imposición absurdamente innecesaria como hacer la cama por las mañanas, planchar la ropa o esconder la pornografía. Más aún, La monogamia en realidad es una de esas arrogancias que nos caracterizan. Una imposición basada más en el egocentrismo de tener que serlo todo para una persona que, a estas alturas una necesidad real. Un reflejo de nuestra propia inseguridad y de nuestra valía y capacidad de ser valiosos para la otra persona. El gran acto de mirarnos con inseguridad a nuestros propios ombligos.
¿Por qué es tan importante la fidelidad sexual? ¿acaso nuestras relaciones están formadas y basadas exclusivamente en ese detalle? ¿acaso si tu pareja tiene sexo con otra persona significa que tú ya no le eres válido o que no te quiere lo suficiente? Me parece curioso como en cualquier otro aspecto sería inaceptable esta imposición: imaginaros que vuestra pareja no os permitiese ir a cenar con un amigo, al cine con una amiga, salir a pasear, hacer un viaje, ver la tele, ir al teatro, hacer deporte… por desgracia aún mucha gente vive en ese punto pero desde luego, a nivel social es impensable e inadmisible… salvo claro que hablemos de sexo. Como siempre, nos empeñamos en darle un carácter moral y trascendente a lo que es un mero impulso natural.
Por supuesto no trato de imponer las infidelidades ni mucho menos justificarlas. Al final, cuando tienes una relación de pareja se forma no solo un lazo sino también un contrato tácito con una serie de obligaciones y responsabilidades (y entre ellas suele estar la absoluta fidelidad sexual) y ser fiel a este contrato sí que es un pilar fundamental en la relación. Pero, y como digo en el título, sí que me parece una de las grandes tiranías de nuestro mundo, sobre todo porque seguramente todos y cada uno de nosotros, en algún momento de nuestras vidas de pareja, habremos deseado tener sexo con otra persona. El impulso del deseo es natural e incluso diría que sano y tenerlo hacia otra persona no significa ni que no quieras a tu pareja, ni que no te dé lo que necesitas ni que haya ningún problema oculto. Es simple y básico deseo. Entiendo que para mucha gente, enterarse de una infidelidad de su pareja les resulte doloroso, pero cuando debido a esto, la relación se rompe no puedo más que preguntarme como de sólida era para que un solo acto pasajero pueda desmoronar una relación en ocasiones de años.
Esta relación entre el deseo y la fidelidad nos lleva muchas veces a tierras grises, páramos borrosos entre lo aceptable y lo no aceptable: ¿eres infiel si ves fotos porno? ¿y vídeos? ¿y si te conectas a una webcam sexy? ¿es infiel mandarle mensajes subidos de tono a otra persona? ¿o tal vez besarla sin mayor contacto sexual? Desde luego la línea que separa la infidelidad de la fidelidad es muy borrosa y ambigua, como los presidentes que consideran que el sexo oral no es en realidad sexo…
¿Y yo que haría en este caso? pues es muy simple, mi pareja tiene toda la libertad sexual que desee, y si desea una relación monógama, eso tendrá ya que mi respeto por ella es y será mayor que mi deseo por otras. Eso sí, si ella decide abrir esa puerta, la estaría abriendo para los dos 😉
Foto de portada: Portland Center Stage