Los anales de la historia
Dos de Corazones
Hola seres infernales, hoy os voy a contar sobre un proceso, un proceso que se lleva negociando, perdiendo y ganando desde los anales de la historia.
Antes sentemos unas premisas básicas y claras para que no haya malos entendidos:
1.- No es No y punto; no es un sigue insistiendo, no es un posible sí, no es un venga hazlo por mí, está claro ¿verdad? No es No.
2.- En una relación sexual primeriza, el respeto de los tiempos de cada componente es importante y básico para el buen funcionamiento y posibles segundas partes.
3.- A medida que tu compañero sexual y tú vais compartiendoos y conociendoos se van dando situaciones nuevas y de exploración. Se dialoga, se proponen cosas; en definitiva, te relajas y presentas (siempre con elegancia) tus deseos.
Desde que la vida existe, el sexo y el disfrute del placer es una constante. Desde los inicios puedo imaginar cómo esas primeras personas exploraban sus cuerpos en busca de sensaciones placenteras. Allá donde se podía meter algo se metía y en los cuerpos hay dos o tres agujeros muy suculentos:
El: Boca-ano,
Ella: Boca-ano-vagina
Oídos y nariz lo sacaremos de la ecuación por inpracticables, aunque oye, cada cual disfrute sus filias como quiera.
Así, esta exploración corporal se lleva haciendo desde los anales de la historia y aquí es donde entra ésta situación particular que os voy a contar, veréis;
Tengo una compañera sexual desde hace tiempo, nos somos familiares, nos conocemos, reímos y lo pasamos en grande. Ella no quería oir hablar del sexo anal y a mí me parece una opción más para el uso y disfrute común de los cuerpos. Las primeras veces, al sugerirle, la respuesta negativa no se hacía esperar así que siguiendo la premisa 1: a callar y no incordiar.
Después de un par de encuentros sexuales y aprovechando ese momento ducha tan magnífico, las frases
«Mira, no te pongas a rozarte así dándome la espalda que al final tra la li»
«Oye, si te enjabonas, no juegues a ponerme el culo y al restregarte que mira que te voy a dar»
«Hey, no me cojas el asunto y lo menees delante del bullate que se me va la olla»
Pues sí, después de frases como estas y respuestas negativas entre risas, un día fue ella la que me dijo que quería probar. Yo, que siempre he sido de la condición de «no te voy a dar un pez sino que te voy a enseñar a pescar» me dediqué a explicar el proceso, nada científico, sino la manera emocional de proceder, dejando a ella sus tiempos y que determinara sus acciones y procederes, haciéndola entender que ella tendría el control de la situación siempre y que si algo le disgustaba yo pararía ipso facto.
Así pues, me lo curré, masajito relajante para quitar tensiones, un primer orgasmo manual y lenguil para aflojar los músculos y preparar el terreno, un poco de lubricante base silicona (importantísimo la base silicona) y un dedito, y 2, todo muy suavecín hasta que llegó el momento de dar, y dí.
Que puedo decir, fue gustoso para ambos y lo pasamos bien. No me demoraré en este punto que para eso es el momento relatos. Una vez terminado el encuentro me habló de lo mucho que le había gustado, de que había caído el mito del dolor Supremo, a lo que añadí -ojo que hay mucho gañán suelto- yo me lo tomo con calma, sin prisa, aunque yo no puedo hablar por el resto de la humanidad.
A partir de ese momento, el sexo anal forma parte de nuestros juegos unas veces y otras veces no le prestamos atención.
A estas alturas vuestras mentes morbosas se estarán preguntando o incluso indignando en plan, «osea que tú si puedes dar pero ¿si ella quiere darte que?» Pues bien, ante estos pensamientos os dedicaré una sonrisa pícara al mas puro estilo de Dos de Corazones y una frase
«Hay pequeños humanos míos, en el infierno os llevamos la delantera desde hace milenios. Así es y así ha sido desde los anales de la historia».
Ahora idos y petaros mucho
Un saludo de Dos de Corazones