Los límites entre el arte, el erotismo y la confianza
Hieros Gamos
Muchos ya sabréis que me encanta la fotografía. Adoro el arte en general pero la fotografía es algo que me trae un placer especial, a pesar de que en realidad no soy profesional. Y dentro de la fotografía tengo una predilección particular por el desnudo.
Muchas personas (sobre todo chicas. Chicos a ver si os animáis, que ya os vale) han pasado por delante de mi cámara incluyendo alguna diablilla de este infierno como Moonlight. Todas ellas eran gente amateur, ninguna profesional, lo que aporta algo especial, el ir creando entre los dos esa magia improvisada sacando cada uno lo mejor de si mismo. Muchos desnudos pero muy muy pocos eróticos. Rara vez lo he buscado y en la mayoría de los casos, si a salido una foto así, ha sido porque el momento nos ha llevado a eso más que por estar buscándolo, pero a decir verdad, es una temática que me gustaría explorar. Todo es cuestión de encontrar a la modelo que se preste a ello.
Hace poco estaba yo haciéndome a mi mismo unas fotos desnudo con intenciones más libidinosas que artísticas. Algo para mandarle a la Gran Jefa y despertar el deseo en ella. Ya sabéis, echándole salsa a la vida. La cuestión es que tampoco eran nada particularmente erótico, algo más pícaro que otra cosa, pero en algún momento durante las fotos y con el velo de la imaginación y de la ensoñación, pensando en cómo las recibiría, cómo despertaría su libido y deseo… pues pasó lo que en algún momento tenía que pasar, que acabé excitado.
En ese momento y sin pensarlo demasiado, en lugar de parar me dejé llevar y traté de hacer mía esa excitación y plasmarla en las fotografías. Salieron muchas tomas, la mayoría descartables por una cosa u otra (entre que no soy un gran modelo y hacerse fotos a uno mismo es algo bastante complicado, era de esperar algo así) pero un pequeño puñado de ellas terminaron siendo fotos que de una manera u otra me gustaban. Fotos expresivas con juegos de luces interesantes haciendo que este cuerpo fofo que os escribe pareciese incluso interesante. Eso sí, la excitación y el deseo era patente y sobre todo, explícito.
Pensé entonces que estaría bien compartirlas y recibir alguna opinión. Prácticamente era la primera vez que hacía unas fotos eróticas y mi opinión se me antojaba muy poco objetiva. El primer impulso fue compartirlas con mis diablillas y diablillos en privado y entonces me asaltaron las dudas ¿dónde está el límite?
Posiblemente si fueran fotos de una tercera persona no habría tenido ningún problema pues la intención artística a mi parecer era patente, pero en este caso el modelo era yo y entraban otros factores añadidos. Mi primera duda me la trajo la vergüenza (de pronto redescubro mi pudor, qué cosas) pero en seguida lo descarté al asumir que podría ser incluso una buena terapia de autoaceptación.
Mi segunda duda era más compleja ¿hasta qué punto mis amigos tienen ganas o tolerancia de verme no solo desnudo sino excitado y erecto? ¿en qué momento cruzamos la línea del arte, el erotismo, la provocación y la exhibición? Difícil respuesta, así que simplemente lo pregunté. Se abrió un interesante debate al respecto pero las conclusiones de todos eran claras «el arte es arte y el cuerpo natural» no debería tener nada de lo que avergonzarme así que me lancé. Primero una foto, la mas comedida, luego otra, después otra, cada vez más subidas de tono. Las respuestas fueron variopintas, algunas gustaban más que otras y me chocó sobre todo la diferencia de percepción, como una toma a mi me transmitía unas sensaciones y a ellos otras. La subjetividad es lo que tiene.
Al final resultó ser un experimento muy interesante en el que pude explorar y descubrir cosas nuevas sobre mi. Ver mi cuerpo desde otros ojos (más benévolos que los míos) me ha enseñado más de lo que yo pensaba.
Mis conclusiones en este asunto son muy claras. Primero: el arte expresa la vida y el sexo y la excitación forman parte de la misma, ergo el arte puede mostrar el sexo sin problemas. Segundo: tengo un grupo de diablillas y diablillos maravillosos a los que me puedo entregar sin miedo incluso a unos niveles que en general, esta sociedad no permite. Y tercero: cada cual marca sus límites y eso es algo que hay que respetarlo.
¿Y las fotos, donde están? os estaréis preguntando. Pues lo siento mucho porque a pesar de todo, forman parte de mi intimidad y por ahora no tengo intenciones de hacerlas públicas 😉