Los misterios de la erección masculina
Hieros Gamos
Pensáis, chicas, que la mecánica del hombre es simple a rabiar: si el mástil está arriba él está excitado; si no, no. Como la bandera de un taxi. Pero hay que ver cuan equivocadas estáis. No es tan simple y de hecho, por no ser tan simple y a la vez ser tan desconocido, muchos hombres han vivido momentos realmente embarazosos.
En efecto la excitación de un hombre se suele ver reflejada en el tamaño del bulto entrepernil, con un pene que os hace el saludo al Sol en honor de vuestras dádivas físicas o vuestras proezas en el arte del toqueteo, pero esto no siempre es así. Los hombres, aún siendo más viscerales que vosotras, también vivimos la excitación mental que no se ve reflejada corporalmente por ningún cambio físico, pero por dentro estamos que os empotraríamos contra la nevera hasta convertir el brick de leche en un paquete de mantequilla. Ahora bien, no seríais las primeras ni las últimas que en un momento dado de coqueteo lujurioso os encontráis con el soldadito echando la siesta y os pensáis que no sois lo suficientemente atractivas o que vuestro compañero igual resulta ser de la otra acera. Pues no, hay cosas que en ocasiones tardan en coger presión, sin más; dadle tiempo para que la maquinaria encienda las válvulas.
Luego está la otra cara de la moneda en la que un hombre tiene una erección espontánea como si el mismo Príapo bajase a la tierra con el único fin de izar semejante estructura monolítica. Esto puede pasar en multitud de situaciones, algunas realmente incómodas. Que levante la mano al que de adolescente no le haya llamado la profesora a la pizarra y en ese preciso instante estar con el espolón firme. Intentas disimularlo, te levantas en una postura rara que más parece un gag de Pepe Viyuela, e intentando tapar la sorpresa que encierra tus pantalones, te diriges a resolver el problema del encerado tratando de salvar en lo posible tu escasa dignidad.
Este es un ejemplo muy claro de que erección y excitación no siempre van de la mano. Instantes antes de que la profesora diga tu nombre tú tal vez estabas mirando por la ventana aburrido pensando en lo cojonudo que sería tener un ataque epiléptico para poder escapar de esa insulsa clase. Vale, eres un adolescente y también es posible que estuvieses pensando en tetas, de acuerdo, pero no necesariamente.
También hay algo que suele afectar al dimensionado temporal del aparato y es que estés físicamente a gusto. Tirado en el sofá, con la mantita y tu serie favorita en la tele. Cuando te quieres dar cuenta te estás dando pollazos en la frente y no sabes ni por qué.
Que si es así ni tan mal porque podría ser peor. Las erecciones matutinas son de sobra conocidas y tampoco quiere decir que hayas tenido un sueño erótico ni nada por el estilo. Simplemente el pequeño Dick es más madrugador que tú y a decidido levantarse temprano. Esto puede dar también a situaciones incómodas como que te levantes medio dormido y con los ojos alicatados de legañas, te dirijas al baño dando tumbos por las paredes y a medio camino te encuentres con tu hermana y sus dos amigas que han venido a buscarla y tú, claro, con la tienda de campaña que ríete de dos segundos de Quechua. Tu hermana te llama guarro bastante enfadada y sus amigas se suman al escarnio pero con un poco menos de enfado.
También está el escenario de la playa nudista, que tú no lo eres pero por hache o por be te lían para ir a una, te haces el machote resabido, te quitas el bañador quedándote vestido por el cielo y coño, pues parece que no está tan mal, que agradable, que sensación de libertad, el sol en tu trasero, el viento en tus pelotas y tu polla asustada entra en pánico por ver tanta luz y te empalmas. Ahora te toca una horita boca abajo y a ver como explicas luego el agujero que has dejado.
Pero sin duda, el peor momento para tener una erección es cuando abrazas a alguien. Que levante la mano al que no le haya pasado. Estás con una amiga, ella está llorando porque se le ha muerto el gato y tu la abrazas como buen compañero para consolarla. La situación no podría ser menos excitante pero voilà, el Black & Decker se pone en marcha, supongo que el contacto físico tan cercano le ha mandado a tu cerebro un mensaje erróneo y tienes una gloriosa erección, pero tú que eres un máquina, que para eso llevas años escondiéndolas, te reacomodas para que no note el pedazo de paquete que te ha dejado el mensajero. Eso sí, ella, que aunque es muy maja no va a decirte nada, está pensando en ese momento que te pica el culo porque no haces más que revolverte.
Así que ya veis, chicas, no todo lo que luce es oro ni todo el monte es orgasmo. Si os encontráis con un amigo en tales circunstancias, no seáis mal pensadas desde el principio porque lo mismo no está pasando lo que creéis.
Y oye, a unas malas ahí tienes una verga dispuesta para lo que necesites.