Me parece haber visto un lindo cervatillo
Barbarella
Aprendió a leer al poco tiempo de empezar a andar. Había heredado la mente brillante de su padre, Catedrático de Historia en la Universidad del País Vasco, y la belleza de su madre, a la que su padre conquistó en la universidad siendo el profesor y ella alumna. Fruto de esa controvertida unión nació Héctor. Los libros formaban parte de su vida, de niña viajaba a otros mundos leyendo caballeros y dragones.
Su mayor ilusión era ser bibliotecario, y el mejor sitio para formarse era la Universidad de Salamanca, por lo que con el apoyo de sus padres allí se matriculó. Fue el primero de su promoción, lo que la facilitó sacar una plaza en la Biblioteca de la Diputación.
No tiene vicios declarados, pero fuma en secreto en el baño, lo que está totalmente prohibido, es su único delito. Le encanta su trabajo, fue contratado para ayudar con la implantación de un nuevo programa de documentación, con el que clasificar todo el material de la biblioteca.
Un día en el que terminó todas sus tareas antes de lo previsto y mientras que otro hubiera jugado con el wasap o navegando en internet, el buscó un entretenimiento mucho más productivo. Se pasó la tarde analizando perfiles de lectores. Empezó a cogerle gusto a eso de analizar perfiles, imaginaba cómo serían a partir de sus lectores, en qué trabajaban, qué hacían en su tiempo libre…
Entonces la encontró, tenía un nombre exótico, y se había leído casi todo el material erótico disponible. Últimamente después de las 50 sombras de Grey se ha puesto muy de moda que las chicas coquetearan en este tipo de literatura pero no hasta ese nivel.
Estaba obsesionado, y aunque desconocía cómo era físicamente, ella se colaba en sus sueños entre sombras, sin que pudiera ver su rostro. Trataba de imaginarla, podía ser la típica mujer tímida, oculta tras unas gafas de culo de vaso, y un atuendo de monja. O tal vez era tan seductora como la dueña de sus sueños. Quería conocer más sobre su vida, ¿quién era esa misteriosa mujer? No podía seguir así, y como por alguna extraña razón no coincidía, decidió buscar una excusa para saber más sobre ella, una inventada tesis sobre la literatura erótica. Su jefa le dio apoyo logístico y preparó un cuestionario para repartirlo entre los lectores de esta materia. De esta forma, le harían llegar el cuestionario en el que además de preguntas relacionadas con la bibliografía, incluía preguntas más profundas. Una enrevesada forma de conocer a una persona, hubiera sido más fácil propiciar un encuentro para tomar un café, pero tenía el esquema mental de su padre que era más bien cuadriculado…
Por fin llegaron los primeros cuestionarios, uno de ellos casi en blanco, solo tenía una frase…
Barbarella: Me pone, no puedo evitarlo, es lo que tiene la atracción que no se puede controlar. Me gusta observarle mientras coloca libros subido en una especie de escalera, y como se atusa el flequillo cuando termina. La primera vez que le ví, quise llamar su atención y me pasé por su lado varias veces moviendo mis caderas, incluso rocé disimuladamente tu bíceps con mi mano, pero no se dio ni cuenta. Tampoco me sirve mi mirada de buena, nunca levanta la nariz de la pantalla del ordenador. Maldita crueldad…
He cambiado mis rutinas para ir a verle a la biblioteca, me temo que ya no me quedan libros nuevos en la sección erótica, y no me apetece quedar con ninguno de los habitantes de mi minizoo… Creo que estoy obsesionada con su indiferencia.
¿Indiferencia? Es curioso, hoy me han entregado un cuestionario para una tesis doctoral de uno de los empleados de la biblioteca sobre la evolución del erotismo en la literatura. El cuestionario es bastante completo, con su análisis casi se podrían perfilar mis más oscuros deseos. Voy a arriesgarme, total no pierdo nada, en el peor de los casos resultará ser un cuestionario nulo y puedo ganar un pase para realizar mi penúltima fantasía:
“Si quieres saber más sobre mí, mañana a las 7 en esta dirección”…
Héctor: Son casi las 7, voy, no voy, no sé qué hacer, ¿será ella? ¿Y por qué me ha citado? Y yo con estas pintas, no he conseguido domar este remolino rebelde que tengo en el flequillo. ¿Qué querrá? Yo besarla, pero claro que eso es mucho imaginar, y por otro lado hace mucho tiempo que no beso a ninguna chica, ya no sé si sabré hacerlo. En la universidad no frecuentaba las fiestas universitarias, y después me atreví a salir un par de veces con la hermana de un amigo, esa es toda mi experiencia. Si lo pienso no voy, no se me dan bien las chicas, son un mundo desconocido.
Barbarella: Qué ganas le tengo, a ver si no se raja y viene, estoy deseando morderle esa sugerente boca, y de regalarle una de mis famosas excelencias. ¿Se dejará? Parece muy casto, como recién salido de una reunión parroquial. Me encanta corromper a este tipo de masculinos, si se deja le descubriré un nuevo mundo de perversiones.
Hector llegó 15 minutos antes, a punto estuvo de marcharse justo cuando llegó una exultante Barbarella con un mortal vestido rojo de escote generoso que le dejó con la boca abierta. Barbarella lo tenía todo controlado, había reservado una sala privada en un local de un amigo. En medio de la sala había un sofá de terciopelo negro. El rojo y el negro siempre fue su combinación ganadora.
“Alea jacta est”, pobre cervatillo…
Barbarella: Ummm está más tierno de lo que pensaba, tendré que facilitarle el camino y aunque me encanta este vestido, mejor me lo quito. No llevo ropa interior, en su lugar una larga cadena de strass se enreda en mi cuerpo, y sus manos siguen el camino que la cadenita va dibujando.
Hector: Podría perderme en este cuerpo, apenas nos conocemos y aquí estoy aprendiéndome milimetricamente sus curvas. No puedo más, hace mucho tiempo que no estoy con una mujer así, no puedo creer que sea mía, al menos durante estos instantes que quisiera alargar hasta el infinito. Ahora se dirige a mi entrepierna, coge mi miembro con firmeza y lo besa lentamente, no sé si voy a resistir más, lo está saboreando. Cambiamos de postura, ahora quiero saborearla yo, no opone ningún tipo de resistencia, me ofrece su néctar y acepto gustoso. Quiero penetrarla, y parece que me lee la mente, porque se ha situado encima introduciéndose mi miembro, empieza el ritual con suaves círculos. La observo, se acaricia mientras acelera el ritmo, y yo ya solo puedo dejarme llevar al climax.
Barbarella: Hoy voy a adoptar un cervatillo…