No hay moralidad, ni falta que hace
El Barón de Pt
El otro día en el trabajo escuché a un grupo de gente que me sacaba una y dos generaciones el trilladísimo eslogan de:
– La juventud de hoy en día no tiene valores como los de antes, ni moralidad, ni nada de nada.
Bueno, es cierto que bajo mi criterio personal valores como el compañerismo o la urbanidad han disminuido, pero como el tema que nos ocupa es el noble arte del mete-saca me centraré en esto último.
En la conversación que capté, comentaron en varias ocasiones que las mujeres “cada vez son más fáciles”, que pierden la virginidad antes y que se van con cualquiera que pasa.
El caso es que me paré a pensar detenidamente y a mi mente acudieron varias anécdotas de mi propia familia que me hacen dudar de tales palabras.
Por ejemplo, cuando mi padre presentó mi madre a mis abuelos, mi abuela la sometió a un riguroso examen para comprobar si era digna de mi padre. Mi madre lo aguantó estoicamente, lo aguantó durante años hasta que un día observando álbumes de boda se dio cuenta de que la fecha de la boda de mis abuelos fue el 14 de septiembre y mi padre nació el 23 de febrero. Exacto, se habían casado de penalti, cosa normal en aquellos años y más en los pueblos. De manera que, como en la mayoría de los casos, el que más habla, más tiene que callar.
Otro caso fue el de mi familia política. La abuela de mi mujer, con catorce años, se marchó del pueblo a servir en la casa de una familia adinerada. La señora de la familia controlaba a las mujeres de la casa, les controlaba los novios que tuvieran, que acudieran a misa, la ropa que se ponían, etc… No es de extrañar que, en cuanto tuvieran la más mínima oportunidad de casarse con el primero que pasase, se aferraran a ella desesperadamente.
En el caso de esta buena mujer, quiso la suerte que se echase novio con el que mantuvo una relación por carta durante cinco años, hasta que, finalmente, la feliz pareja se casó y se marcharon a vivir a Vizcaya, teniendo enseguida dos hijos. Casi cincuenta años después el marido de dicha pareja se pone muy malito y su hija mayor accede a su ficha médica, la cual revela algo muy extraño: tiene un grupo sanguíneo de tipo A mientras su madre es de tipo O. Algo insólito puesto que ella es de tipo B. ¿Que ha pasado?.
La hija comienza a hacer memoria y, conversando con una prima suya, entre las dos logran recordar cierto episodio en el que dos vecinas le dijeron a su padre que su hija no era suya y el hombre se cogió tal rebote que acabó detenido un mes por la guardia civil.
La verdad es que todavía hoy la abuela de mi mujer niega todo conocimiento de los hechos.
El último caso que os expongo es el más flagrante: Un pueblo del Burgos profundo en los años 60. Una pareja de novios de toda la vida en la que ella se queda embarazada. La presión social del pueblo les obliga a casarse pero él se niega, mantiene que es imposible que sea suyo puesto que él con su novia nunca ha tenido relaciones. La mujer dice que por supuesto que es de él, de quién va a ser si no. Resultado: el hombre, ante la inaguantable situación con los vecinos que lo demonizan, se ve obligado a marcharse del pueblo.
Pasan los años y la mujer contrae una enfermedad de la que se pone muy grave. Para hacer un ejercicio de limpieza de conciencia, revela que en ciertas fiestas del pueblo de al lado, conoció a un mozo muy guapo y de muy buena planta y que acabaron retozando en la era como las demás parejas de su edad. Ya tenemos al padre.
Conclusión: Si solamente en mi núcleo familiar directo encuentro tantas reseñas de moralidad cuestionable, imagino que “en todas partes cuecen habas”.
Si la moralidad frente al sexo “de antes” era de esta índole, pues me quedo con la actual, donde una pareja puede tener niños fuera del matrimonio sin ser recriminados por ello. Me quedo con la moralidad en la que si tu matrimonio no funciona no te queda toda la vida esclavizado a él. Y sobre todo, me quedo con la moralidad por la que mi jefe no me controle con quién me acuesto y con quién no.
Por eso, como padre de una niña, no se me ocurrirá jamás el etiquetarla de “guarra” ni de “puta” por el simple hecho de haber podido hacer algo que el resto también hubiéramos querido hacer. Solamente le diré que cumpla con dos sencillas reglas:
Primera regla: Protégete, protégete a ti misma y protégete contra cualquier enfermedad.
Segunda regla: Cuídate de quedarte embarazada.
Aparte de las reglas chupa, lame, fornica y penetra todo lo que quieras y con tod@s los que quieras; no encontrarás en tu padre juicios de moralidad.