Pena que sólo esté hoy
Ruper
He recibido una noticia buena, una amiga del sur viene a Bilbao a un congreso de turismo. Llevo varios meses chateando con ella y tengo ganas de verla. Rubia ojos claros, curvas de deseo,… Delicada, sensual, sexual… Una diosa en mi imaginación, espero que en persona no pierda ese aire, ese enigma que proyecta en el chat.
Ya estamos a viernes y hemos quedado en cenar en mi casa y tomar unas copas por Bilbao a la noche. He pensado en hacerle mi especialidad, solomillo flambeado a la pimienta antigua, acompañado con un buen vino.
Ya es la hora… Debe de estar a punto de llegar, pero seguro que se retrasa 5 minutos para que… – dingdong – es muy puntual, raro en una mujer del sur. Al menos esta vez Bilbao se ha portado bien con el clima, 27 grados y anocheciendo.
La recibo con el delantal puesto. Ella va vestida con una minifalda muy correcta y una blusa de seda con 2 botones desabrochados. Está preciosa. La acompaño a la cocina, le sirvo una copa de vino y sigo limpiando el solomillo. La conversación es agradable, a medida que la botella va bajando y el calor de la cocina subiendo por los fogones…. Las miradas se cruzan, las mejillas se sonrojan por el calor del ambiente, la sed se hace notar.
Ya solo me falta un vuelta más a la carne, apoyo mis manos en la encimera dejando posar con suavidad mi espalda en ella, una posición que he ensayado para que quede “casual” y sexy, es mi casa… estamos en mi terreno. No deja de mirarme, intenta disimular pero me ha mirado de arriba abajo, y creo que se ha dado cuenta que la he visto. Su rostro cambia, clava sus ojos en los míos, se acerca a mi lentamente; por cada paso que da su media melena ondea, es espectacular como se acerca a mí, su paso tan sensual hace que no pueda fijarme en otra cosa más que en ella. Estamos frente uno del otro, con las miradas fijas y a pocos centímetros. Ella extiende su mano, inclina un poco el cuerpo hacia mi cuello, coge la botella de vino que tenía detrás de mi, me sonríe ( esa sonrisa la conozco, es la que suelo poner cuando quiero llevar la iniciativa del juego) y vuelve a su sitio y se llena la copa, y me imita en la posición pero apoyada en la mesa de la cocina. La verdad… que la pose le queda estupenda.
Le doy el corte al solomillo y preparo la cazuela para el flambeado. Busco el coñac, está en la mesa justo detrás de ella. La miro y miro a la botella, ella me sonríe y cuando hace la intención de moverse a cogerla, le digo que ya voy yo a por ella, me vuelve a sonreír y se recoloca. En la radio suena Bruno Mars –just the way your are.
Me acerco lentamente a ella intentando imitar cuando ella se me acercó sin llegar a la parodia. Le saco una sonrisa sincera, de esas que se les cierra un poco los ojos y se ven un poquito esas perlas que tiene como dientes. Me quedo a unos centímetros de ella, nuestras miradas están fijas, extiendo mi brazo hacia el coñac, me inclino hacia su cuello y se lo muerdo mientras con la mano que estaba detrás de ella la acerco a mi. Me hace una pinza con sus piernas mientras se sienta en la mesa. Poso una mano en su mejilla y la beso apasionadamente mientras ella me agarra con dureza del pelo. Nos recreamos en ese momento de pasión… El pitido del horno nos despierta del letargo de la pasión. El postre está terminado, un brownie de chocolate y nueces; mientras saco del horno el pastel, ella se recoloca la minifalda y pone bien la mesa con los platos.
La cena pasa rápido, 2 horas cenando, pero entre las risas, las miradas cómplices, las caricias con los pies y los besos robados parece que ha pasado solo 15 minutos. Nos da pena salir de copas, pero ninguno de los dos quiere quedarse en casa y perder ese momento mágico de diversión cómplice, de escapadas juntos al baño, de bailar juntos… muy juntos.
La noche se conjura para que sea perfecta, buen clima, los bares no muy llenos, buena música en el Azzurro, juegos con las manos en la parte de atrás del taxi camino a casa. No nos da tiempo a entrar por la puerta, ya en el ascensor del portal desatamos nuestra pasión; son las 4 de la mañana, no nos van a ver los vecinos. Los 4 pisos que dura se nos hacen cortísimos. Entramos a casa, la beso apasionadamente, muy lentamente, un beso sentido, húmedo, sincero, bajando el ritmo de la noche. Hoy no quiero follar, hoy le voy a hacer el amor.
Llegamos al cuarto lentamente, ahí la desvisto y la llevo a la alcoba. Me pongo a los pies de la cama y me voy desnudando lentamente delante de ella. Se muerde el labio y se me acerca gateando por encima de las sabanas, para ayudarme a desabrocharme los pantalones. Nos metemos en la cama, disfrutamos de cada rincón de nuestros cuerpos, sin tabú ninguno.
La noche pasa lentamente, solo la presencia de la luna nos acompaña… Me despierto yo primero, cuelgo en una percha mi camisa de anoche y la cuelgo en el pomo de la puerta de la habitación, voy a la cocina, pongo la cafetera en marcha, preparo unas tostadas y un zumo de naranja. El olor del café recién hecho la ha debido despertar, pues una diosa con mi camisa blanca se asoma por la cocina. Toma un poco de tostada, me da un beso y se prepara el café. Saco de la nevera un poco de leche condensada para que se eche en el café, me mira, sonríe, se pone un poco en el dedo y lo lame con pasión, introduciéndolo en la boca para no dejar nada.
Es preciosa… pena que solo esté hoy.