Pezqueñínas si gracias, por Pezqueñín.
Barbarella
Se acabaron las vacaciones, después de varias semanas sin tocar un ordenador llegó el momento de revisar el correo. Tuve la tentación de hacer un «marcar todos y borrar» y empezar de cero con la vuelta al Minizoo, pero tenía un correo de mi pezqueñín, y recordé que le había puesto deberes…
Mi pececito es muy aplicado, y por lo que leo en este email «progresa adecuadamente»
Hola Barbarella
Aquí está tu pezque favorito.
Ha sido un verano interesante. La verdad es que he tenido veranos mejores. Pero para nada ha sido un verano malo. He tenido algunas experiencias de las que se merecen sacar conclusiones.
Por ejemplo, una de ellas podría ser sobre las chicas jóvenes, es decir, las que tienen entre 18 y 22 años.
La primera fue con una chica jovencita de unos 20 años, llamémosla Rebeca. Ya sabes cómo son las chicas jóvenes. Fogosas como ellas solas. A las primeras de cambio ya me estaba comiendo la boca.
Lo bueno que tienen éstas chicas, es que tienen unas ganas terribles de agradar y por supuesto la energía que tienen a la hora de pegarte una buena follada es brutal. Con ésta en concreto se notaba la inexperiencia que tenía. Sobre todo con las mamadas. No digo que lo hiciera mal, puesto que nunca está de más que una veinteañera me esté lamiendo el glande, mientras yo le acaricio ese clítoris tan suave e inexplorado. No para nada. Pero que te coman la polla es un arte, y no todas lo saben hacer bien.
Pero en cuanto a ganas e intensidad no tienen rival.
Me acuerdo una vez que fui con Rebeca cenar por ahí. Fuimos en mi coche. Durante la cena, ella estaba más bien timidilla, aunque lo entiendo ya que en los sitios públicos hay mucha gente y no se pueden dejar desatar los más bajos instintos así como así. Como mucho por debajo de la mesa me hacía los típicos piececitos.
Ya después cuando volvíamos de vuelta, le iba dando vueltas a la cabeza sobre la posibilidad de poder tener sexo con ella en algún sitio, ya que normalmente lo hacíamos en la casa que compartía con una amiga.
A mí el hecho de pensar en hacerlo en el coche, ya me la ponía dura. Así que le dije que conocía un sitio perfecto para estar tranquilos e incluso ver las estrellas (toque romántico que nunca viene mal). Cuando llegamos al sitio, paré el coche y me recliné en mi asiento muy relajado. Ya nos habíamos enrollado antes, así que no tenía sentido andarse por las ramas. Me acerqué a ella y la empecé a besar. Como siempre empezamos rápido a jugar con las lenguas.
Comencé a meterle mano. Lo hice poco a poco. Tocándole las tetas, un poco el culo. Yo ya la tenía más dura que un mástil, cuando fue ella la que me propuso ir a la parte de atrás del coche.
Tiramos los asientos delanteros para adelante y poco a poco fuimos desnudándonos a la luz de los faros de los coches que pasaban un poco más por delante. Recuerdo que ella miraba por la ventana a los coches que pasaban mientras yo le lamía la vagina. Unos minutos más tarde, ella fue la que me pidió que la follara. Me senté en el asiento y ella se puso encima. Mientras ella botaba sobre mí, el coche también lo hacía, lo cual me hacía pensar cómo se vería desde fuera.
Me resultaba cómico, aunque la verdad tenía poco tiempo para reírme ya que mi mente estaba concentrada en la hembra que estaba penetrando. Ella ya no estaba atenta a absolutamente nada de lo que pasaba afuera. Podría haber alguien fuera mirándonos y ni se hubiera enterado. Aparte los cristales ya estaban muy empañados.
Creo que ella se corrió antes, por lo que me indicaban sus temblores y espasmos. Poco más que decir de aquel polvo en el coche con Rebeca.
Esto era solo un ejemplo de las experiencias que puedes llegar a tener con una jovencita. Chicas muy activas sexualmente, con las que puedes pasártelo realmente bien. Lo malo es que no tienen tanta experiencia. Para eso estarían las maduritas, pero de eso ya hablaré otro día.