Por debajo de mi puerta
La Dolce Vita
Que a las mujeres nos gusta masturbarnos, es un hecho, que procuramos tenerlo en secreto, también.
No entiendo esa manía de ocultar lo que nos gusta haciéndonos pasar falsamente por pudorosas con lo que libera hablar sin tapujos, como lo hacen ellos: “A mí es que una buena paja mañanera me deja como nuevo y empiezo mejor el día”… Pues chico, a mí me pasa lo mismo, que quieres que te diga, eso de disponer de unos minutos antes de salir del calorcito de la cama y ocuparlos en utilizar alguno de mis juguetitos me hace ver la jornada diaria con otro ánimo.
Y es que hablar de sexo es sano y sobre todo es divertido, y además tiene ese puntito que provoca que se despierte esa vena viciosa de “tuventeyapacá!!”
Y… Ya que estoy pensando en ello, creo que me voy a dar un paseíto hasta el baño, que de repente tengo ganas de tocarme un rato! No sé si os lo he dicho pero estoy en la oficina, es mi mejor centro de juegos, yo os animo a probar… Cierras la puerta, una de esas que deja un hueco por debajo ofreciendo la intimidad justita y que permite escuchar el más mínimo ruido o voz, en esa situación es una gozada encerrarse, bajarse las braguitas, abrirse de piernas y empezar a tocarte con toda la dedicación del mundo. Este juego a veces trae sorpresas como la que me ocurrió la semana pasada…
El domingo pasado estuve con mis amigas, Lucía y Silvia, fue una noche de esas en las que te vuelcas en dar rienda suelta a tus encantos centrándote en provocar hasta al más tímido de los guapos del bar. Cuando salgo de casa con el instinto animal por montera soy como una leona, me dejo la ropa interior en casa y le hago el cruce de piernas a lo Sharon Stone a mi objetivo hasta que consigo que cuele su mano bajo mi vestido mientras tomamos un trago sentados en la barra del bar. Me encanta ser cochina con mis conquistas de una noche cuando estoy en las grandes ciudades, donde el anonimato favorece que te resbale el calificativo que te ponga una persona que no volverás a ver, pero que te otorga ratos encantadoramente calientes.
El caso es que la noche fue de esas de resaca de alcohol, lascivia, y sexo no consumado, esto último me hizo levantarme el lunes con un buen calentón que me llevó directa al baño de la oficina con kit de supervivencia incluido, y así me encontraba, lubricante y juguetito en mano, esa mañana iba a recrearme bien. Como estaba juguetona decidí desnudarme, con cuidadito logré quitarme las medias, la ropa interior y, ya puesta, me quité toda la ropa dejándola encima de la cisterna, realizar todo eso en dos metros y con gente entrando y saliendo constantemente es bastante complicado, me coloqué estratégicamente; primero sentada con mis piernas abiertas, a veeer… eso facilita introducir el vibrador de manera cómoda y puedo moverlo sin dificultad dentro de mi mientras me acaricio con la otra mano por todas las zonas que me plazca.. Eso es! Estaba tan ensimismada en mi juego que debí dejar escapar algún gemido… sonó un golpecito en la puerta y después una voz masculina que se dirigía a mi diciéndome “Estás bien?” yo pensé en contestar: “Ni te imaginas cuanto” pero opté por contestar un simple y escueto “Si!” para seguir concentrándome en mi propio placer, estaba en pleno éxtasis y no pensaba dejar que un descuido me impidiera terminar. Mi vecino de baño no debió quedarse muy convencido con mi respuesta porque volvió a llamar a mi puerta… ¿Seguro que estás bien?… Silencio…. Gemido …. ¿Oye?…. silencio… gemido…
De repente una cabecita asoma por debajo de la puerta ¿Qué demonios haría Alejandro , el guapo jefe de la planta de arriba en un baño de chicas? Sólo pude sonreírle , desnuda, apoyada contra la pared, vibrador en mano y gozando sin parar.
-¿EEEH? ¿Qué haces que no me invitas a tu fiesta?
Lo cierto es que Alejandro siempre me ha puesto, cada vez que coincido en el ascensor tengo pensamientos sucios y me le imagino follándome ahí mismo, de repente entiendo que mi realidad puede superar la mayor de mis fantasías con él y sin dudarlo abro la puerta y le invito a entrar.
Aún no he tenido tiempo a reaccionar cuando él ya tiene bajados los pantalones, coge mi juguetito y se sienta frente a mí.
-“Vas a probar un juguete mejor” Me dice invitándome a practicar mi última clase de aerobic Sentándome una y otra vez sobre sus pene erecto que me brinda goloso.
Sin duda Alejandro supera con creces a cualquier juguete y está a la altura de mis fantasías de ascensor… ¡¡Necesito repetir!!
Volveré al baño a solas a seguir mi ritual, quien sabe si un día de estos alguien volverá a asomar su cabecita por debajo de mi puerta… Estaré pendiente.