Puta
Hieros Gamos
Esto me ha pasado a mi mil veces y estoy seguro de que todos los hombres heterosexuales también lo han vivido; estás en una discusión y en un momento determinado te llaman maricón sin otro fin que el de ofender. Maricón, marica, desviado, muerdealmohadas, sodomita, chupapollas, chapero… la lista es enorme (que imaginación tenemos cuando queremos) pero lo más gracioso de todo ello es que nunca me ha ofendido. Es más, siempre me ha parecido curioso que se intente ofender de esa manera y que haya gente que se ofenda por esas palabras.
Yo no me ofendo por una sencilla razón; porque no lo considero ofensivo. No puedo considerar la homosexualidad como algo negativo ni sucio ni ofensivo y por lo tanto, que me llamen maricón es algo que me deja más bien frío. Pues lo mismo me pasa con la palabra puta.
Aquí entramos en un tema peliagudo sobre si la prostitución está bien o no. Nos daría para un largo debate pero ahora no es en lo que estoy pensando. Por mi parte, voy a dejar claro desde un principio que para mi una prostituta es una mujer que libre y voluntariamente decide ejercer la prostitución. Todo lo que se salga de este contexto no lo considero prostitución sino esclavitud.
Así pues y partiendo de esta base, a mi me encanta la palabra puta sobre todo por lo que (a mi entender) lleva asociado. Una puta es una mujer libre, que decide sobre su propio cuerpo y bajo su propia moral. Una mujer a la que no le asusta el rancio dedo acusador de la sociedad y decide vivir su vida como le place. La prostitución es un trabajo que cuando se lleva correctamente, es increíblemente empoderador de la mujer puesto que para empezar, ésta tiene que ser autónoma, no puede realizar este trabajo al compás que le marque una persona en una jerarquía superior. Ella es la que lleva la batuta. Ella es la que decide cómo, cuando, donde, cuanto y sobre todo con quién. Es el cliente finalmente el sumiso, el que la desea, el hombre que se pliega a los designios de una diosa encarnada, de una fantasía hecha mujer. Esto para mi es la prostitución. Lo demás son lacras contra las que hay que seguir luchando.
Pero claro, luego llega la sociedad con esa lupa de sucio cristal que todo lo analiza y juzga, entonces les señalamos con el dedo, les llamamos «puta» con todo el asco que pueda salir de nuestras tripas. Les arrinconamos, les vetamos, les prohibimos, les marcamos, les deshumanizamos, les quitamos la palabra, la voz, les decimos lo que tienen que pensar y hacer desde el paternalismo y la condescendencia más insultantes. Pervertimos una palabra que nominaba un noble oficio, el de dar amor, descanso, consuelo y desahogo. Un oficio que en tiempos pretéritos llegó a ser considerado algo sagrado, una conexión con los dioses. Hubo un tiempo en el que las putas fueron las poderosas mujeres que nunca deberían haber dejado de ser.
Y ahora, hemos convertido la palabra en un insulto. Puta es la que se acuesta con muchos. Puta es la que vive su sexualidad a su manera. Puta es la que no se deja mangonear, la que no acepta órdenes por que sé. La deslenguada, la rebelde, la valiente, la malvada… puta es la mujer libre.
Honestamente, si hubiese nacido mujer yo al menos, sería una orgullosa puta.