Que vuelvan las bragas
Hieros Gamos
Sí, joder, que vuelvan las bragas, abajo la tiranía del tanga opresor. Son muchos años ya desde que apareció esta prenda infame, que en realidad no tiene nada de nueva ni moderna: muchas culturas indígenas los han usado y siguen haciéndolo fabricados mediante fibras vegetales.
Fue un señor genovés, Carlos Ficcardi, el que en el año 1974 y en tierras brasileñas lo reinventó escandalizando a las mentes y ojos piadosos de la época. Una revolución en toda regla.
Luego, como siempre, la moda se impuso, el cine y la televisión lo impulsaron y acabó siendo un sinónimo de erotismo y sensualidad… y aquí radica el problema, que no lo es.
El tanga (¿el tanga? ¿la tanga?), en general, no es tan sexy como nos han querido hacer creer, por la simple razón de que puede serlo cuando está en culo de buen asiento, es decir, que funciona cuando el culo es perfecto; redondito, firme, terso sin arrugas ni estrías ni celulitis… Exactamente el tipo de culo que casi nadie tiene, porque los culos de verdad tienen cosas; tienen pecas, lunares, manchas, arrugas, cartucheras, pelos… Así son los culos normales, no nos intentemos engañar, y el tanga precisamente lo último que hace es disimular cualquier imperfección traseril.
En cambio, la braga de toda la vida, ¡ah! Esa misericorde prenda íntima que para todos hay y la que más o menos siempre queda bien. La hemos desechado, arrinconado en el fondo del cajón como símbolo de cutrez y antierotismo. Que equivocados estábamos. Esas bragas maravillosas que recogen, afianzan y realzan las formas, de todos los colores y acabados, lisas, estampadas, con encajes… y más ahora que hay bragas de todos los tipos. Desde la braga normal de toda la vida pasando por los culotes, los boxers, las deportivas, las que reducen, levantan, juntan, afirman… hasta la bragafaja puede tener su encanto, que se lo pregunten a la Bridget.
Pero no, nos empecinamos en el tanga como si otra cosa no fuera posible ¿quieres estar sexy esta noche? pues nada, un hachazo en mitad del trasero que insolidariamente separa las nalgas como dos hermanas disgregadas por un muro de ignorancia, dejándonos sin ese placer que es el de meter los dedos despacio por debajo de la suave prenda para agarrar cacho y cachete.
Y no hablemos de comodidad e higiene, que el tanga favorece las infecciones vaginales por la proximidad con el ano, produce rozaduras, se clava, molesta… Que te lo estás sacando del culo todo el día.
Que no, chicas, daos el capricho de volver a las bragas y colocarlas en el lugar que merecen.
¡Que vuelvan las bragas!