Si tuviera que piropearte
Hieros Gamos
El piropo. Ese gesto, esas palabras encadenadas buscando el halago y el coqueteo. Personalmente soy muy fan del piropo y por eso me entristece lo mal que se usa.
Por un lado está la gente que no termina de comprender a quién se le puede piropear y a quien no. El piropo no es un simple acto de cortesía o de cortejo rancio y mal entendido. El piropo se entrega a quien sabes que lo puede querer o apreciar y para eso hace falta tener una conexión con esa persona, una confianza que te dé permiso a hacerlo ya que el piropo al final, siempre va dirigido a una parte de nosotros que forma un conjunto con la intimidad personal. Y hay mucho idiota que esto no lo termina de comprender. El piropo es un regalo de afecto entre dos personas que se tienen esa simpatía especial.
Por otra parte está la poca imaginación. De verdad que hastío y cansinería. Todo son topicazos soltados bajo el mínimo esfuerzo y lo peor es esa cara de Góngora o de Lope que se le pone a más de uno.
Por eso, si yo tuviera que piropearte podría empezar por tus ojos, cristalinos, grandes, expresivos, sinceros, por ese color claro maravilloso que recuerda a la luz que ilumina el alma. Pero sería muy obvio, tienes unos ojos preciosos y lo sabes. Así que podría hablar de tu pelo rubio, ondulado y sedoso, de la forma en que cae por tus hombros acariciándolos con mesura y suavidad, pero es que tienes un pelazo y lo sabes perfectamente. Entonces podría alagarte hablando de tus labios carnosos, de esa sonrisa fresca que ilumina incluso el día más oscuro. Podría alabar el excelente gusto que tienes al escoger el perfecto rojo en combinación con tu clara piel. Podría hacerlo pero es que ya te lo han dicho muchos otros y sería demasiado redundante. Podría atreverme a señalar tus finos y delicados tobillos o tus preciosas piernas que con distraída soltura mueves al caminar. El contoneo de tus caderas o la forma de guitarra de tu cuerpo.
Podría piropearte todo esto pero prefiero no hacerlo.
Prefiero ahondar más, prefiero mirar más allá de lo que es tan evidente y fijarme en esas pequeñas cosas que te hacen única y maravillosa. Prefiero fijarme en esa forma nerviosa que tienes de moverte incluso cuando estás sentada, como si la vida te picase por dentro y te faltase espacio para explotarla. Prefiero adularte señalando cómo tus dedos finos apartan tu pelo o simplemente sujetan ese vaso a medio beber. Prefiero glorificar tu jovialidad y la capacidad de sonreír con sinceridad ante cualquier circunstancia, la alegría que transmites incansable con solo aparecer. Prefiero elogiar tu sentido del humor, tu locura, la manera que tienes de seguirme con la mía, la forma que tienes de manejarte con la ironía, la inteligencia que muestras al jugar con los dobles sentidos. Prefiero ovacionar tu carácter, tu inteligencia, tus pensamientos, la seriedad con la que te tomas el humor y lo cómico que eres capaz de tratar las cosas más serias, lo fácil que es charlar contigo durante horas hablando desde lo más trivial hasta lo más importante.
Prefiero entrar en tu mente, verte de verdad y elogiar eso que te hace ser quien eres.
Todo este texto está inspirado por muchas mujeres maravillosas que he conocido y de las cuales tengo el placer de llamar amigas, porque además ¿sabes qué? que el piropo no tiene por que ser una herramienta para la búsqueda carnal. Al final el piropo es una forma de decirte «te aprecio» y por eso me encanta piropear.
Foto de portada: Alex Chen