The Hole2: Me parece haber visto un lindo gatito…
Barbarella
Anoche salí con “el ingeniero”, un chico de esos de los que encantan a las madres, pero aburren a las hijas, aunque a mí me da mucho morbo buscar un pequeño empotrador en su interior. Como es bastante tímido, preparé el terreno, empezando con un plan entre pícaro y cultural: compré 2 entradas para ver The Hole2, una mesa en segunda fila con servicio de camarero buenorro.
El espectáculo comenzó un poco flojo, claro que como es una segunda parte, tienen que incluir una pequeña introducción del primer Hole, para aquellos que no lo habían visto. El formato fue el mismo, un maestro de ceremonias que nos guía por la trama argumental, y artistas que rozan el mundo circense y nos deleitan con sus imposibles acrobacias. Mi ingeniero se estaba poniendo un poco nervioso, supongo que su cuadriculado esquema mental le impide dejarse llevar y disfrutar, por lo que empecé a rozarle sutilmente por debajo de la mesa. No sé si me gustaba más provocarle o que alguna mirada furtiva se percatara del juego, el caso es que lo estaba disfrutando. Me miraba con cara de “estás loca” y me dijo en voz baja, “para, que nos van a echar”…maldita educación religiosa que ha dejado “el mercado lleno de frustrados”. Al final me cansé de pasividad. A veces se gana, a veces se pierde, a veces pierdes las ganas. “The show must go on”, me centré en The Hole. Entonces vi a un lindo gatito, un macizo, con su tableta con todas las onzas, y una mirada que directamente me bajaba las bragas. El ingeniero se empezó a mosquear: según él, miraba mucho al buenorro. Que listos son cuando quieren los masculinos, porque efectivamente había cambiado de objetivo, ahora quería mi gatito.
En la pausa, los espectadores pasamos al hall donde estuvimos con los artistas del show, y aproveché que pasó a mi lado para plantarle mi mano en el trasero mientras le miraba con mi “cara de no buena”. ¡Qué trasero! Duro como una piedra y no llevaba nada debajo, ganas me quedaron de seguir palpando, pero la multitud se lo llevó.
La segunda parte del espectáculo comenzó con un BINGO, teníamos unas papeletas y quien cantara BINGO podía optar a un jamón, y aunque nunca me toca nada, se conoce que me lo había ganado porque canté BINGO. El jamón no era un premio directo, si no que a los ganadores nos propusieron hacer un streaptease y el público tenía que elegir al ganador del jamón. Las oportunidades las pintan calvas, iba a hacer el streaptease de mi vida; no lo hacía por el jamón, era una forma de llamar la atención de mi gatito. Además tenía varias bazas a mi favor: solo éramos 2 chicas, y la otra tenía una pinta bastante monjil, por lo que si me curraba un bonito integral sin duda el jamón era mío. Ni corta ni perezosa, empecé mi número. Además venía preparada con todo un completo set: corsé, ligueros, tanga, cadenitas… ante todo siempre mona. Me ubiqué al lado del gatito y no paré de provocarle, tan centrada estaba en esta provocación que ni me dí cuenta de que había ganado el jamón. El ingeniero estaba muy cabreado, no le gustó compartirme con el público, y tras intercambiar un par de reproches, se piró antes de que terminara el espectáculo. Allá cada cual con su mecanismo, bastante tengo con el mío.
Al terminar, había una pequeña fiesta, y yo gracias a mi streaptease era casi famosa, y estuve hablando con un grupo de minifans, hasta que llegó el gatito… Nuestra conversación se limitó a un “¿y si te empotro?” y sin dilación me llevó a su camerino, y me arrancó las bragas y me empotró contra el espejo. Entre tanto pardillo y chulito, se me había olvidado lo que podía hacer un masculino como éste, de los que te cogen te levantan te ponen te quitan, todo como si fueras una muñeca de trapo.
Sin duda, he disfrutado de un lindo gatito.