Tocar el cielo
Gigi, La Faraona
Que tú, siendo dueño de mi cama, eso si que era tocar el cielo. Sentía tus inquietos dedos recorriendo mi cuerpo y los míos explorando senderos ya conocidos pero olvidados por el tiempo.
Nuestras piernas entrelazadas forjaban pactos nunca dichos con palabras y me hacian gritar lo mucho que te deseaba. Tus labios carnosos, secos de mi piel, se emborrachaban de mi cuello. Desnudez.
Tu respiración agitada en mi oído aceleraba aún más mi corazón y mis movimientos, y era entonces cuando sabía que tú eras mi mundo y yo el tuyo, que puedes estar tumbado en muchas camas pero sólo en la mía se escriben versos sobre tus manos y tus labios, y sólo en la mía te conviertes en divinidad…