Un viaje por los sentidos
Hieros Gamos
-Te propongo un juego -te dije mirándote a los ojos tras apurar el último sorbo del café- te ofrezco un viaje por los seis sentidos, sólo hace falta que confíes plenamente en mi.
Lo de los seis sentidos te dejó un poco confusa pero me viste tan seguro al respecto que no preguntaste. Tu sonrisa y tu mirada curiosa y pícara me confirmó que estabas de acuerdo así que quedamos un día en mi casita de campo.
Llegas puntual, lo que no suele ser habitual en ti. Parece que la curiosidad por lo que va a pasar te puede. Abro la puerta y me deleito unos segundos con el increíble espectáculo que tengo frente a mi: vienes ataviada con un vestido corto de color rosa pálido con lunares negros, no muy corto, un poco por encima de la rodilla, la falda con un poco de vuelo y escote palabra de honor que deja tus sexys hombros al descubierto. Un cinturón ancho y negro ciñe tu estrecha cintura acentuando tus formas. Unos zapatos negros de tacón con una fina correa al rededor de tu tobillo remarcan tus esbeltas y torneadas piernas sin medias. Te muerdes los labios pintados de rojo intenso al ver mi cara de satisfacción. En tu cuello un collarín de charol con una argolla pequeña es el complemento perfecto para la sugerente imagen pinup que desprendes. Sí, estoy realmente complacido con lo que veo.
Te invito a pasar y una vez en el recibidor y con la puerta cerrada te doy las instrucciones.
-Como te dije, voy a llevarte de viaje por tus propios sentidos para lo cual necesito dos cosas: una, que confíes plenamente en mi y dos, que no hables en ningún momento. Sólo se te permiten decir tres palabras; verde, amarillo y rojo y verde solamente cuando yo te pregunte -saco de un cajón un velo de seda roja- entonces ¿Estás dispuesta a jugar?
-Verde -dices con una sonrisa lasciva.
Me encanta lo rápido que lo pillas todo y qué predispuesta estás a los juegos.
Te doy media vuelta con tacto y te vendo los ojos con la seda. Noto tu respiración ligeramente acelerada, parece que estás nerviosa por lo que va a pasar… ¿O tal vez ansiosa?
Te tomo de la mano y te dirijo despacio a una habitación. Huele un poco a cítricos, quizás limón. Tú olfato será el primer sentido sobre el que trabajemos.
De pie en la estancia me escuchas moverme por ella, parece que muevo algún cacharro y entonces ¡Puffff! Me oyes lanzar un soplido y la estancia se llena del aroma a la canela que acabo de esparcir. El olor entre dulce y picante de la canela se mezcla con el limón estimulando tus receptores del olfato. Tus fosas nasales se han abierto de par en par y se han vuelto más receptivas. Entonces notas que me acerco a ti… mucho… Percibes un nuevo aroma, suave, sutil, un poco dulce, un poco ácido, penetrante y excitante… Me hueles a mi, a mi olor corporal. Me he bañado con un jabón inodoro para estar limpio pero sin eliminar mi propio aroma, el cual me he ocupado de que se acentúe a base de las feromonas que he segregado con la excitación.
Ahora que tú olfato está en marcha pasaremos al siguiente sentido, que por cierto está ligado al olor: el gusto.
-Abre la boca -te digo con autoridad y tú respondes al momento.
Me encanta verte con los ojos vendados y la boca abierta… Meto mi dedo en ella y chupas… Mmmmmmm, chocolate fundido, cacao de Ecuador al 85% que despierta tus papilas gustativas. Emites un suave gemido que me dice que te gusta. Saco el dedo y te relames tus labios bermejos.
Ahora me acerco a ti, muy muy cerca, notas mi aliento contra tu boca. Intentas besarme casi por instinto y me retiro, no me ves pero estoy sonriendo con malicia. Me acerco una vez más y esta vez te controlas. Me quedo así unos segundos hasta que te digo -ahora sí, bésame- te lanzas y juntas tus labios con los míos, juego un poco con tu lengua, superficialmente y lo notas, mi boca y mis labios saben a… ¡Pimienta blanca! Y un toque de menta, sabores que se te mezclan con el del cacao. Mmmmmmm, vuelves a gemir…
-¿Seguimos?- te digo con cierto tono juguetón.
-Verde
-Excelente. Ahora toca el oído
Una flauta empieza a sonar, es un sonido grave, sinuoso, profundo. Puedes notar la música, de un estilo andalusí, recorrer y vibrar por tu interior. Me acerco a tu oído y escuchas mi respiración ligeramente agitada ¿Me estoy tocando tal vez? Notas mi aliento un poco entrecortado en tu oreja, por tu cuello y tu piel se empieza erizar. Suena algo parecido a una campana, también grave como la flauta que te llega hasta dentro. No sabes que instrumento puede ser pero lo estoy moviendo alrededor tuyo haciendo que su resonancia te envuelva. Tú imaginación se dispara: el olor a especias, la flauta, la campana y sobre todo el calor que cada vez parece mayor te hace pensar en el desierto, las pirámides, el Nilo, como si fueses la esclava de un faraón… Empiezas a fantasear con nuestros cuerpos desnudos en la arena…
Entonces me coloco detrás de ti. Pongo mis manos en tu cintura y las llevo al cinturón desabrochándote despacio. Seguido bajo la cremallera del vestido y dejo que resbale hasta el suelo. Me encanta, no llevas nada de ropa interior salvo una liga de encaje negro. Compruebo que sabías perfectamente lo que me gusta.
Me agacho frente a ti, cojo uno de tus pies y con delicadeza desabrocho el zapato y te lo quito acariciando tu tobillo, la planta y hasta los dedos. Vuelves a gemir un poquito. Continúo con el otro pie y te digo -ahora vamos con el tacto.
Coloco algo delante tuyo -arrodíllate -te digo mientras te cojo de las manos para ayudarte. A tientas notas que he dejado un cojín grande o algo parecido. Es mullido y cómodo, como un terciopelo muy suave.
Cojo tus manos y despacio las llevo a tu espalda. Notas que las empiezo a atar con algún tipo de cuerda gruesa pero suave. Termino de atarte y te susurro al oído
-¿Sigo?
-Verde
La cuerda es larga, paso cada extremo por tus tobillos anudándolos dejando cierta holgura en la longitud de la cuerda. De nuevo los paso por tus muñecas inmovilizadas. Subo por tu espalda haciendo un nudo entre los dos cabos. Los paso por el frente haciendo otro nudo entre tus pechos. De nuevo a tu espalda por debajo de las axilas. Un nuevo nudo. Le doy la vuelta a tu collarín para que la argolla quede detrás, me va a venir bien. Paso las cuerdas por ella y finalmente notas que la llevo hasta el techo. Tenso un poco lo que te obliga a mantener la espalda en una postura muy recta. Una vez más me acerco a tu oído y te pregunto.
-¿Aún puedo seguir?
-¡Verde!
Mientras la música suena, y el sabor del chocolate y las especias aún resisten en tu paladar empiezo a trabajar tu tacto.
Una caricia muy suave en la punta de tu nariz te sobresalta un poco. No esperabas sentir una pluma por ella y menos con olor a fresas. Sigo jugando con la pluma por tu cuello, clavículas, tus pechos y pezones que ya están erectos. Bajo por tu vientre, la paso justo por encima de tu pubis y termino por tus muslos.
Me sitúo detrás de ti, te recojo el pelo dejando al descubierto tu nuca. La beso suave y tú gimes un poco más, te beso por el cuello, lamo el borde de tus orejas… La otra mano la llevo a tu boca y… Un hielo. Lo notas frío y húmedo, lo chupas un poco y empiezo a pasarlo por tu barbilla, lo bajo por tu cuello, te estremeces cuando llega por tu pecho. Bajo por tu vientre y lo hundo entre tus piernas. Se te escapa un jadeo fuerte.
Yo sigo besándote por la espalda mientras repaso tu cuerpo con el hielo, entonces te parece escuchar algo ¿Unos pasos? ¿No estamos solos? No estás segura ya que la música suena lo suficientemente alta como para amortiguar cualquier pequeño sonido.
Una vez más te susurro
-¿Quieres más?
-Verde
-¿Lo quieres más duro?
-… verde…
-Como desees…
Tu respiración cada vez más agitada, tu piel de gallina y sobre todo, el aroma que desprende tu cuerpo desde hace un rato me dice que voy por buen camino.
Se te corta el aliento al notar algo punzante en tu trasero. Las agujas te van punzando por tu nalga hacia arriba y recorren por tu espalda. La rueda de pinchos con la que te estoy «acariciando» siempre me pareció una buena adquisición. Eso sí, hay que manejarla con cuidado y tacto para mantenerte en el umbral de lo soportable… y placentero.
Me recreo un poco más por tu cuerpo. Me encanta como se endurecen aún más tus pezones cuando pasa por ellos. Dejo la rueda y entonces escuchas un chasquido «chasca», acerco algo a tu nariz, huele a cuero. Vuelvo por detrás de ti y te lanzo un azote con el cinturón en el culo. No muy fuerte pero suena bien. Se te escapa un pequeño grito.
-¿Sigo?
-Verde… -Dices jadeando, casi en un susurro.
Te lanzo otro un poco más arriba, en la espalda, en el culo, muy suave en los pechos, un poco más fuerte en el trasero… tu cuerpo va cogiendo unos tonos rojizos a juego de la venda que te ciega.
Ahora estás segura de haber escuchado algo, como un gemido o algo así. Giras un poco la cabeza hacia el lugar de donde vino ese sonido.
-¿Algún problema?
-… Verde…
Tiro de la cuerda una vez más obligándote a estar un poco reclinada hacia atrás. Me acerco de nuevo a tu oído y… «chasssss» el inconfundible sonido y olor de una cerilla. Escuchas el crepitar de la mecha de una vela al encenderse y tu te pones aún más excitada.
Voy al frente, me arrodillo delante de ti y te beso sin avisar. Me lo devuelves ansiosa y con ganas de mi piel. Mi lengua repasa tus labios, se mete en tu boca y se enreda con la tuya y en ese momento… uffffff, ahogas un pequeño grito al notar una gota de cera caliente en tu pecho.
-¡Amarill…. verde! Verde.
Parece que te ha gustado. Voy salpicándote cuidadosamente de la cera de la vela y a cada gota tu cuerpo da un respingo y tu no puedes evitar dejar escapar un fuerte jadeo.
Me levanto de nuevo y vuelvo a tu espalda. Desato la cuerda del techo por lo que puedes adoptar una postura menos tensa pero dura poco. Me dirijo al frente y esta vez la estoy atando al suelo obligándote a poner el culo en pompa. El cojín es tan grande que puedes apoyarte entera con bastante comodidad. Ahora notas que la holgura de las cuerdas entre tus manos y tus tobillo era la justa para tensarse en este preciso momento.
Me acerco delante tuyo, de rodillas y notas algo caliente en la boca… carnoso… no lo sabes pero estoy desnudo desde hace un buen rato y ahora estás degustando mi polla, la cual chupas con avidez. Mientras felas mi pene yo voy dejando caer de vez en cuando alguna gota de cera en tu espalda y trasero y tú luchas por no morderme a cada una de ellas. Me escuchas gemir a mi y definitivamente escuchas también más gemidos en la habitación; delante, detrás a los lados, es suave y sutil pero definitivamente no estamos solos.
Saco mi polla de tu boca, la cual tengo como una estaca y voy de nuevo a tu trasero. Contra todo pronóstico no te dejo caer más cera sino que meto mi lengua entre tus labios. Estás mojadisíma, excitada, me encanta tu olor, hueles a sexo y a ansia. Rebusco con mi lengua un poco por tu vagina, un poco por tu clítoris, noto como te tensas y cuando parece que vas a llegar a un orgasmo introduzco mis dedos dentro de ti, en tu coño y en tu culo. Te corres a gritos y tu prieta vagina se contrae aún más si cabe. Delicioso, me encanta verte jadear con la cara bien apoyada en el cojín.
Cada vez se escuchan más jadeos en la sala pero ahora mismo a ti te da igual. Entonces te desato pero sólo para ponerte boca arriba. Notas unos grilletes de acero cerrándose en tus muñecas y otros en tus tobillos. El frío metal te contrasta con el calor de tu cuerpo y la cera ardiente. Ato tus manos por detrás de tu cabeza, con los brazos bien estirados haciendo que tus pechos queden bien firmes mirando al cielo. Los grilletes de los pies los ato uno a cada lado dejando tus piernas bien abiertas y tu coño expuesto a mi. Está mojado y rezuma flujo. Meto un dedo en él y lo llevo a tu boca, lo chupas con verdadera devoción.
Ahora sí, ahora me meto entre tus piernas y te penetro sin miramientos. Estás tan mojada que entra sin problemas. Empujo despacio pero profundo haciendo círculos con mi cadera, intento que mi pene roce cada milímetro de tu vagina. Tu gimes, jadeas, gritas… ya no sabes donde está tu cuerpo y donde tu mente, parece que todo se ha fundido con tu piel, la mía, los olores, sabores… y los jadeos que escuchas alrededor, ya no hay disimulo y puedes escuchar varias voces.
Paro un momento, saco mi polla un segundo, lo justo para poder meterte un plug por el culo, es de acero, está frío pero a estas alturas ya te da igual todo. Vuelvo a entrar en ti, notas mi polla muy muy dura. Acelerando el ritmo, cada vez mas fuerte. Cuanto más excitada te noto más fuerte lo hago, jadeas y gritas sin pudor. Tu cuerpo está sudando y notas mi piel también sudorosa, entonces escuchas un ruido, un motor… acerco un vibrador a tu clítoris que con mi polla dentro de ti te hace tensar todo el cuerpo. Se acerca tu orgasmo pero lo voy reteniendo, estás al borde mismo, gritas y jadeas y escuchas muchos otros gritos y jadeos a tu alrededor. Está claro que no eres la única que se va a correr…
La habitación está muy caliente, el aire huele mucho a sexo, los gritos que oyes te están poniendo incluso más cachonda pero sobre todo el no poder terminar de correrte te está volviendo loca. Pero tengo un plan, noto la excitación a nuestro alrededor de alguna manera estamos todos sincronizados y es entonces cuando acelero; te follo con fuerza, muy rápido, el vibrador en tu clítoris sin piedad, más rápido… más rápido y entonces llegas… te corres a gritos, yo también me corro, notas mi polla palpitando dentro de ti y escuchas varios otros gritos a tu alrededor. La sala se llena de orgasmos y de una energía poderosa…
Poco a poco todo vuelve a la calma, sólo respiraciones agitadas y almas tratando de recuperar la compostura. Te desato por completo, saco el plug y salgo de ti. Te quito la venda de los ojos y por primera vez puedes ver la estancia; es grande y de planta redonda. Las ventanas están cerradas y solo hay la luz de velas, de muchas velas. A nuestro alrededor hay como una docena de personas por el suelo, desnudas, con máscaras venecianas o de encaje. En una esquina ves dos músicos con unas flautas y los ojos vendados. Hay hombres y mujeres, algunos se estaban masturbando, otros estaban follando, todos estaban teniendo sexo, desde luego. A nuestro alrededor, pintado en el suelo parece que hay una gran estrella rodeada de símbolos que no conoces. Has sido parte de algún tipo de ritual y entonces recuerdas que en realidad soy un diablillo.
Me tumbo jadeando y sonriendo a tu lado, te abrazo y te digo
-Ya puedes hablar ¿que tal estás?
-… ¿y el sexto sentido?
– El sexto sentido ha sido tu imaginación y llevas disfrutándolo desde aquel café…