Una de bares
La Dolce Vita
Claudia siempre tuvo fervor por los locales de ambiente y por los gintonic bien preparados, los sábados seguía el ritual, quedada con alguna amiga en el “mojito” y después de copas y baile en “Polanska” para terminar en algún que otro garito de ambiente y cierto desfase. Aquel día había quedado con Laura.
El último sábado las dos se pasaron unas cuantas copas del límite y Claudia terminó bailando en la barra del “why Not” al son de “I will survive” mientras Laura la observaba, muerta de risa, jaleando a su colega para que culminara el espectáculo mostrando sus dotes de pole.
Una pierna por aquí, un brazo por allá, un tío que no pierde ojo y unas manos masculinas se posaron en el culo de Laura para ayudarle a subir a la barra y que así se moviera al mismo ritmo que el de Claudia.
Ya se sabe el dicho, allí donde fueres, haz lo que vieres, el caso es que entre trago y trago y baile y baile sobre la barra, Laura y Claudia terminaron con un beso de lengua que hizo las delicias de más de uno de los que habitaban en ese momento el “Why Not”
Me pregunto qué es lo que provoca y excita tanto a los tíos por el hecho de ver a dos amigas comiéndose la boca, pero sucede, te ven golosa con otra chica y al punto se imaginan o te piden un trío… Laura tiene sus dudas y en ocasiones se recrea en sueños practicando el mejor contorsionismo con alguno de los habitantes masculinos del local, pero Claudia suele tener ojos sólo para ella, en realidad su obsesión por Laura la convierte en una “revienta relaciones” donde no siempre sale bien parada la chica, o chico que se enamora de sus rizos negros y su boca dulce.
Claudia es lesbiana, si, una lesbiana muy femenina, encantadoramente sensual con ellos y con ellas, lo sabe y saca provecho de todos sus atributos y encantos de manera que consigue llevar a la locura a unos y otras, los calienta, los seduce, los utiliza y los suelta. Lo cierto es que no la entiendo muy bien.
Viéndola con Laura sobre la barra me acuerdo de la noche en la que, pérfida, se acercó a Marcos, aquel chico rubio de rasgos suaves y semblante tímido, que quedó encandilado por sus ojos azules y su sonrisa pícara desde el primer día, y que terminó destrozado por su cruel adiós. Marcos bailaba al son de Claudia, ella le sacó de su agujero de timidez, le metió la lengua hasta la garganta en cada portal, le bajó los pantalones y jugo con su polla poniéndosela más y más dura cada vez que metía su mano en la entrepierna. Es lógico que él al minuto la imaginara bajando a comerle para terminar de hacer las delicias de aquella estupenda noche posiblemente en la cama de su cuarto, pero cuando llegaron al portal de su casa ella sencillamente se despidió con un “hasta nunca” que le dejó a él con los pantalones mojados y el corazón seco. Desde entonces las busca rubias, dulces y tímidas como él.
A Claudia le gusta el morbo, es adicta al coqueteo con unos y otras, ella dice que en realidad es bisexual, pero lo cierto es que le gusta calentar a los chicos porque le excitan sus piropos (las chicas somos menos dadas a ellos) y ser su centro de atención, pero termina enrollándose con ellas. Supongo que piensa que nosotras entendemos mejor la psicología femenina. En el caso de que a Claudia se la pudiera entender. Claro.
Laura se dejaba llevar sobre la barra del bar, incluso no le importaba sentir la lengua húmeda de Claudia en su cintura al aire. Al final a Laura, con un par de copas de más le daba igual lo que pasara en el resto del mundo, se tomaba como un juego los besos de Claudia sin pensar que a la revienta relaciones la única relación que no le gustaría romper y que deseaba seguir es la que se estaba produciendo a ojos de todos encima de la barra.
Se despegaron, se miraron a los ojos y luego observaron al público, laura soltó una carcajada y decidió invitar a Claudia a bajar de nuevo a la realidad. Claudia aún, en un intento desesperado se agarró a su cintura y besó el cuello de Laura, mientras alguien, a su lado, las miraba divertido y sin mediar palabra se auto invitó al juego haciendo el amago de lamer la nuca de Claudia quien respondió con un sonoro revés que dejó marcados sus dedos en el brazo esculpido del valiente. Estaba claro que, fuera quien fuera, no iba a ser su día y no iba a interrumpir su deseo de conquistar a Laura.
Para el pesar de Claudia, Laura se recompuso, consiguiendo hacerle la cobra en las otras dos ocasiones en las que Claudia intentó acercarse con la intención de finalizar la noche enseñando el arte del amor lésbico a su compañera.
Pero Claudia no cesará en su empeño. Guarda en su boca el sabor de Laura y lo reservará en el tarrito de sus deseos para destaparlo la próxima vez que se encuentren, aderezado con grandes dosis de alcohol, seducción y risas, seguro que entonces no se escapará de su red.