¡Una de sexo sin marchando!
Juliette
Mis vacaciones en Ibiza empezaron igual que acabaron, con sexo. Pero no con quien yo creía…
Los primeros días con Gari fueron intensos. Solíamos darnos el primer baño antes de desayunar; la secuencia diaria venía a ser la siguiente: polvo mañanero, ambos somos de despertarnos cachondos, y de un despertar rápido, así que nos activábamos enseguida, manos, lenguas, humedades varias, y en marcha. Arriba, abajo, de lado, por detrás. A veces los preliminares se alargaban, y nos tirábamos un buen rato con él entre mis piernas, uno de mis momentos favoritos, masturbación mutua, dedos penetrando por todos los orificios. Aunque realmente no sé muy bien porque los llamamos juegos preliminares, ya que a veces se convertían en un estruendoso final.
Es esa manía que tenemos de considerar sinónimos sexo y coito. No es que no me guste echar un polvo, que me encanta, pero a veces me da la impresión de que los juegos previos es el peaje que los masculinos aceptan pagar por llegar al momento realmente esperado, la penetración, sea cual fuere. Quizá por ello siempre me ha rondado por la cabeza el tener algo con una fémina, el disfrutar del sexo sin tener la impresión de que estas llegando a la meta demasiado pronto. La relación heterosexual, viene a ser: juegos preliminares, más o menos largos, polvo, eyaculación masculina. Muchas veces ya he tenido un orgasmo antes de que termine el tema, pero normalmente no me es suficiente, y por lo que hablo con mis amigas tampoco a ellas. Así que para cuando ellos dan por terminado el partido, nosotras casi ni hemos empezado a calentar.
Quedaban dos días para retornar de nuevo a nuestra rutina, y yo ya me estaba aburriendo de Gari. No follaba mal, pero al final siempre me pasa lo mismo, quiero algo más, echaba de menos ciertos estímulos intelectuales, y Gari de eso andaba escasito. Porque sí, el sexo está en el cerebro, y el mío es muy exigente. Gari era un chico majo, simpático, pero hasta ahí llegaba todo. No me aportaba mucho, y él me lo empezó a notar. Y yo pensaba para mis adentros:
– No es tan difícil, Juliette, cunnilingus, polvo mientras te soba el clítoris, te corres, bien, genial…- No, ¡ya no era genial!
La última noche, se habló de hacer la última salida nocturna por los pubs de la zona. Pero yo no quería seguir jugando con Gari, y no me veía rechazándole, así que fingí el tan socorrido dolor de cabeza, y me quedé en el bungaló, sola.
Una vez se fueron todos me quedé allí con una cerveza en la mano, pensando lo gilipollas que había sido al actuar así. Gari se había portado muy bien conmigo, y no se merecía ese desprecio por mi parte. Había sido muy cobarde, sí. Pero seguramente encontraría un sustituto o sustituta pronto, de hecho, hasta lo que yo sabía, no era precisamente muy exigente, y se solía comer lo que le llegaba. Sí, estaría bien, seguro. Y esa noche tendría que escuchar seguramente como empotraba a alguien en la habitación de al lado. Ante esa idea por un momento pensé en llamarle, pero lo descarté porque me di cuenta de que realmente no estaba interesada, hablaba el sentimiento enfermizo de posesión. Además, el saber su carácter poco selectivo hacía que me sintiese poco valorada, otro punto negativo. Antes de agobiarme, mejor dejarlo volar. Encontraría algo más estimulante pronto, ¡seguro!
Y con ese pensamiento que insuflaba mi autoestima comencé a desnudarme y a dirigirme hacía la mar. Un baño me vendría bien.
Después del baño me sequé, puse música y me tumbé en la cama. Me empecé a tocar, poco a poco, recordando como en la adolescencia me escabullía entre las sabanas de mi cama para masturbarme. Primero con vergüenza, con miedo, con culpa, pero gozando siempre. Desde entonces no he dejado de hacerlo, pero ya sin culpa. Comienzo a tocarme la cara, el cuello, los pechos, la cintura, la tripa, la parte interna de los muslos, uuummmm quiero alargar esa excitación sin llegar al clítoris. Los labios mayores, los menores, la apertura de la vagina. Me iba excitando más y más, me puse boca abajo y cogí un cojín, comencé a frotar mi pubis contra él. Balanceaba la pelvis, arriba-abajo-arriba. Estaba muy cachonda, comencé a jadear, ¡ahh ohh, dios mío! ¡Sí, sí, síiii!! Está manía de nombrar a Dios y la Santísima Trinidad cuando estoy cachondísima tendría que mirármelo también, deben ser las reminiscencias de mis años con las monjas, jeje. Seguí cabalgándome el cojín, ¡ahhhh!
De repente oí un:
– Hola, chicoooos, ¿hay alguien?
En décimas de segundo ví aparecer, por encima de mi hombro, a una chica morena, de melena corta, por el quicio de la puerta. Yo seguía boca abajo, con el cojín entre mis piernas e, intuí, toda sofocada y con el pelo revuelto. La chica me miró y sonrió.
– Hola, soy Laura, soy amiga de Gari y Alberto. ¿Interrumpo algo? – me preguntó sin dejar de sonreír.
– So… soy Juliette, estoy pasando aquí unos días con ellos – acerté a decir.
– ¿Juliette? Gari me ha hablado de ti. ¿Cómo es que no estás con él? – Me preguntó mientras se me sentaba a mi lado en la cama.
– No me encontraba bien, me dolía la cabeza – le contesté aturdida.
– ¿Y puedo hacer algo para ayudarte con eso? – me preguntó juguetona mientras me comenzaba a acariciar la pierna.
Ya no atinaba a hablar. Sin dejar de mirarme me cogió la mano y empezó a succionar mis dedos de forma suave, primero uno, luego otro. Yo seguía muy excitada, ¡mucho!
Comenzó a besarme en el cuello, cerré los ojos. Notaba como su lengua se iba acercando a mi boca, nos besamos. Me gustaron sus labios, los mordisqueé un rato. Sus manos habían empezado a bajar. Se puso a jugar con mis pezones, me los retorció, y esa mezcla de dolor y placer hizo que me excitase cada vez más.
Sonaba “Orgasmatron” de los Motorhead por los altavoces de la habitación. Aaaah, su boca comenzó a bajar por mi cuerpo, noté su lengua lamiéndome la tripa, siguió bajando, le acaricié la cabeza, le pasé mis dedos por su boca, ella los chupó. Me empezó a lamer el clítoris haciendo círculos, me lo tocó pasándolo entre dos de sus dedos. Me lo frotaba, me lo lamía, seguía acariciándolo, mientras con la otra mano jugaba con mi ano. Le cogí la cabeza con fuerza y arqueé la espalda, ella aceleró el ritmo, me lamía por la vagina, el clítoris, el ano, y empezó a presionar, arriba-abajo, en círculos, izquierda-derecha.
– ¡Ahhh, ahhh, ooohh, no pares, no pareees, me corrooo! –Tuve un orgasmo tan intenso que sentí espasmos musculares hasta en los pies. Mi cuerpo se relajó, estaba completamente sudada y exhausta. Laura se tumbó a mi lado, me miró y me preguntó:
– ¿Todavía te duele la cabeza? –
– No, ya no – le sonreí cómplice.
– ¿Te importa si me quedo a dormir? Me da pereza volverme a mi casa, es muy tarde – me interrogó.
– ¡Si, claro, quédate! – le contesté.
En ese momento entró Gari en la habitación.
– Veo, que ya os conocéis – comentó jocoso
– Estamos en ello – le contesté guiñándole el ojo
Así que esta fue, chicos y chicas, mi última noche en la isla. Sigo prefiriendo a los masculinos, pero confirmé que el coito con ellos está sobrevalorado, ¿o no habré encontrado al adecuado? Seguiré mi búsqueda, prueba-error, ampliaré mi estudio del mercado masculino.
Y por cierto, Gari, como yo pensaba, venía acompañado. Final feliz para todos, lo que empezó como sexo a solas acabo en compañía. Algún día la tendré que invitar a pasar unos días a mi casa de Bilbao, a Laura digo, pero esa ya será otra historia…