Una de tres
La Dolce Vita
Últimamente parece que estoy cansada siempre, mi vida sentimental va de capa caída, y además me joroba ver que cada día que llego al apartamento, María, mi compañera de fatigas y de piso, se ha traído (y tirado) a alguno de sus ligues nocturnos invadiendo de esa forma parte de mi intimidad. Me cuesta tener que llamarla unos minutos antes para avisar de mi llegada.
El lunes me dejé el móvil en la oficina y al abrir la puerta de casa ella estaba sentada en el sofá junto a Daniel, tenía la falda arremangada y la camisa por fuera mal abrochada, estaba claro que les sorprendí con el sonido de mis llaves entrando en la puerta y sólo les había dado tiempo a adecentarse lo mínimo ante mi llegada, las medias reposaban hechas un ovillo sobre la alfombra y dentro de ese nudo estaban metidas las bragas de María, los zapatos y calzoncillos de Daniel tirados bajo la ventana y en su pantalón un bulto empujaba por salirse a través de la abertura de la cremallera sin subir.
No dije ni una palabra, ni un simple hola, ellos tampoco. Me cambié de ropa y me senté al lado de Daniel como si no hubiera percibido el denso olor a agitación y sexo sin consumar.
Pasaron sólo unos minutos cuando por el rabillo del ojo oteé las manos de Daniel acariciando a María suavemente, empezó por la rodilla para pasar a rozar su muslo derecho, vi como ella movida por la excitación abría sus piernas para facilitarle el camino, pronto esa mano juguetona se coló por debajo de la falda en busca de su tesoro, yo miraba quieta y callada.
El pantalón de Daniel estaba a punto de estallar, su polla se veía asomar, estaba aprisionada detrás de la cremallera abierta pero con el botón cerrado. Yo no podía dejar de clavar la mirada en aquel miembro que pedía a gritos salir. Sin mediar palabra le desabroché el pantalón liberándole de la prisión, sólo fue necesario un pequeño movimiento para que ese pene grande y erecto se presentara ante las dos en todo su esplendor. El me miró, asentí con la cabeza y su mano derecha se deslizó rauda entre mis muslos. Al punto un cosquilleo me invadió el estómago y sentí que mis tetas se saldrían del sostén. Abrí un poco más las piernas para dejarle escalar mi cuerpo con mayor facilidad.
La cabeza de Dani se giraba hacia una y otra complaciente a la vez que suplicante. Con ambas manos ocupadas su cadera se movía hacia adelante y atrás, balanceando ese poste que rogaba servir de agarradera a alguna de las dos.
Viendo aquello me llevé la palma de la mano a la boca lamiéndola varias veces y una vez humedecida le agarre el pene desde la base empezando a masajear despacio, manteniendo la erección, María se inclinó hacia él acercando la boca entreabierta a la punta de glande, mi mano se movía de arriba abajo, Daniel ondulaba la cadera para acercarse cada vez más grande a sus labios abiertos dispuestos a recibir.
No aguanté más ni el silencio ni la calma, bajé también la cabeza y empezamos a alternarnos en el juego una cabeza subía mientras la otra bajaba, me acerqué a los labios de María y la besé con pasión, continuamos el beso hasta jugar juntas con nuestras lenguas sobre su glande grande, húmedo y brillante.
Dani buscaba en esa postura mi clítoris, con sus dedos recorría nerviosamente los labios de un lado hacia otro poniéndome como una moto, solté un quejido de placer.
María se despojó de la falda, dejando al aire su pubis afeitado y suave, se incorporó del sofá y cayo de rodillas en la alfombra frente a nosotros. Me llamó con un gesto de su mano, me quitó la camiseta larga que llevaba quedándome en tanga y me invitó a posarme de rodillas a su lado.
Dani tenía a dos gatas con sed postradas delante de él, comencé yo. Colé mi cabeza entre sus piernas y busqué con pasión su polla para chuparla, él se recostó hacia atrás y empezó a masturbarse para facilitarme la labor de comérsela sin manos.
No habían pasado 3 minutos cuando unos dedos retiraron el hilo de mi tanga hacia un lado y sentí la lengua caliente de María, a ella siguieron unos dedos abriéndose paso, de pronto un hielo empezó a recorrer mis labios, humedeciendo desde el ano hasta el clítoris, su boca me bebía ansiosa mientras yo no dejaba de lamer a Daniel.
“Ven” le dijo Dani, separándose de mí y quedando tumbado a lo largo en el sofá, la agarró con delicadeza y la invitó a sentarse sobre él para que cabalgara sobre su polla erecta, ella la introdujo sin ninguna dificultad, de un golpe, a la primera y empezó a moverse sin despegar las caderas de él. Me cogió a mí de una mano y me señaló su torso
“Dame tu culito” me dijo. Me despojé del tanga y me subí al sofá poniéndome a cuatro patas de manera que pudiera lamerme a conciencia, mi boca quedaba a la altura de los pechos de María que no dejaban de moverse, me agarré a sus hombros y la besé los pezones.
Los dedos de Dani se metían en mi vagina, entrando y saliendo, uno primero, luego dos… su dedo gordo se coló en mi culito sin sacar los otros dos, no dejaba de empujar. Pronto siento una punzada de dolor y placer. Me está metiendo un virador sin previo aviso primero un poco, luego más hasta poder introducirlo por completo y follarme así con él, primero por detrás, luego por delante….
Me aferro a María y me fundo en un beso húmedo, me dejo hacer mientras ella baila sobre Dani y este continúa manejando sus dedos y su lengua dentro de mí, pronto mis manos buscan agarrar fuerte sus tetas y mi boca se ahoga en su cuello, pronto ella deja caer su cabeza sobre mi espalda con un suspiro de gozo, pronto él se aferra fuerte a mis caderas mientras llena a María … de placer
Tres en uno elevado a la enésima potencia de deseo.