Viajando por el Astral (III)
Mandrake Scream
Y al fin llegó el ansiado sábado en que iba a disfrutar a mi diablillo en el plano terrenal.
La noche disfrutada en el Astral había sido casi perfecta, una conjunción de esencias donde el placer daba paso a más placer, pero con la plena seguridad de que al día siguiente en un plano más físico el calor que generarían nuestros cuerpos humanos superaría en al menos diez veces el generado en la erupción del volcán activo más ardiente del planeta. Con lo que el deseo de que llegase el día hizo que la noche no alcanzase de pleno la perfección.
Me levanté de mi lecho y tras un relajante baño de espuma perfumada me arreglé un poco y cogí mi coche para dirigirme a realizar mis compras en la Villa. Mi diablillo me había comentado que tenía que acudir a unas charlas en un hotel cercano al museo de arte moderno hasta la tarde por lo que una vez terminadas mis compras me fui a un restaurante de la zona a comer mientras hacía tiempo para la hora de la cita frente a la entrada del museo. El tiempo se comportaba de modo perverso ralentizando cada segundo por lo que decidí tomarme un par de Malibú Surf (me encantan las bebidas con base de ron y piña previas al sexo) así el tiempo pasaría más raudo y mi cuerpo se iría entonando para el encuentro.
Por fin llegó la hora señalada y me dirigí hacia la puerta del museo, paseando y disfrutando del hermoso día que Helios había dignado poner en el cielo, contoneándome y deslizándome sobre el suelo de modo distraído, con mi mirada puesta en mi objetivo pero sin parecer ansiosa a los ojos de los demás viandantes.
Al girar la esquina del museo mis ojos se tropezaron con la trayectoria de los suyos y el alcohol en mis venas y su mirada lujuriosa hizo que mi vagina se contrajese en un espasmo y comenzase a lubricar como si del hielo de un glaciar derretido se tratase. Él debió sentir algo similar a juzgar por el abultamiento exagerado de su entrepierna. Nos saludamos dándonos la mano, había que guardar las apariencias de momento por si acaso alguno de sus compañeros aparecía con intenciones de visitar el museo pero ese primer roce de nuestras pieles hizo que rememorásemos nuestros encuentros en el Astral y decidiéramos ir directos al hotel sin ver la interesante exposición que había en el museo.
Él había aprovechado la excusa del curso para coger una habitación en el hotel frente al museo, con lo cual no teníamos que hacer los trámites de registro en recepción, tan sólo reclamar la llave.
Subimos inmediatamente a la habitación situada en el último piso, abrazándonos y comiéndonos la boca en el ascensor aprovechando que nadie más había decidido subir en ese momento. Nos dirigimos precipitadamente por el pasillo hasta llegar a destino, abrimos, entramos y cerramos, y para entonces ya no quedaba prácticamente ropa sobre nuestros cuerpos, tal era el ansia de disfrutarnos.
Mi lengua atacaba a la suya enredándose ambas mientras mi mano recorría su paquete vibrante y pétreo por encima de sus calzoncillos, y su mano introducía a su vez un par de dedos por mi vagina jugueteando su pulgar con mi clítoris y llevándolo al borde del punto sin retorno, pero sin alcanzarlo, torturando dulcemente mi deseo, para a continuación llevar sus dedos a mi boca y hacerme disfrutar del sabor de mi sexo a la par que del sabor de su lengua. Mi mano en ese momento decidió introducirse por la cinturilla de su calzoncillo y apresar su verga entre mis dedos en un suave vaivén casi imperceptible pero activando todas sus terminaciones nerviosas, y mi boca al unísono abandonó la suya deslizándose hacía el lóbulo de su oreja susurrando un murmullo inaudible en ella, mordisqueando a continuación la base de su cuello, lamiendo el hueco que quedaba entre su hombro y su clavícula y bajando poco a poco por su pecho hasta alcanzar la presa atrapada entre mis dedos. Y comenzando a succionar con fruición notando en mi boca las contracciones de su polla con cada succión. Mientras mis manos pellizcaban sus pezones erectos y duros como diamantes. Y mis ojos enviaban una lasciva mirada de deseo a los suyos. Él a su vez enredaba sus dedos en mi pelo y echaba mi cabeza ligeramente hacia atrás para poder observar mi mirada pero evitando que mi boca soltase su polla.
En el instante en el que parecía que él ya no iba a poder resistirse a mi felación sin correrse liberé su polla de mi boca para que él pudiese también sentir la tortura del deseo insatisfecho y retrasar así el momento de máximo placer. Como impulsado por la rabia del deseo insatisfecho agarró con fuerza mi cabellera haciéndome subir hasta su boca para volver a fundirnos en un apasionado y salvaje beso. A continuación me cogió por la cintura en un abrazo de oso y me trasladó hasta dejarme caer sobre el borde de la cama y comenzó a lamer mi sexo lentamente sujetándome por la cintura para evitar que pudiese escaparme con los espasmos mientras yo arañaba con suavidad su espalda, masajeaba su cabeza y jugaba acariciando su pelo.
Y de nuevo con esa maldad que nos caracteriza a los diablos para aumentar el placer del éxtasis final retrasándolo cuando se percató que iba a correrme apartó su lengua de mi vagina y separó su cuerpo entero irguiéndose ante mi mostrándome su potente erección durante un eterno segundo antes de penetrarme en una única embestida hasta el fondo. Y volviéndose a separar de mi cuerpo, mientras mi deseo crecía y crecía hasta barreras insospechadas, pero sin volver a penetrarme, tan sólo amagando, rozando su glande contra mi clítoris palpitante. El deseo de conseguir lo que ansío en ese momento es tal que acabo cogiéndole de la cintura y empujándole sobre la cama me monto sobre él y comienzo a cabalgar cual amazona sobre un caballo desbocado, en ese momento mis gemidos se convierten en puros gritos de placer y él acompaña mi sonido con sus propios alaridos hasta el momento justo en que ambos estamos a punto de alcanzar el orgasmo que el sujeta mi cabeza y me besa sin piedad incapaces de desanudar nuestras lenguas, fundiendo nuestros cuerpos y nuestras esencias en uno sólo traspasando las barreras de lo material y lo etéreo, abandonándonos al mayor de los placeres jamás experimentado por cualquier humano para a continuación dejar caer mi cuerpo exhausto sobre el suyo.
Tras relajarnos unos minutos y recuperar fuerzas decidí fumar, por lo que me encaminé a la ventana cigarrillo en mano. Las vistas del edificio del museo desde esa altura eran espectaculares, y justo cuando me disponía a abrir la ventana mi diablillo se abalanzó sobre mi haciendo que tirase al suelo el cigarrillo aún sin encender. aplastando mi pecho caliente y erecto sobre el frío vidrio de la ventana, mordiendo mi nuca y volviendo a sujetar mi cabellera ahora encendida de rojo fuego, lo que hizo que me recorriera de nuevo un escalofrío de placer, y que se empañase todo el vidrio de la ventana. Depués hizo que me girase y sintiese el contraste del frío de la ventana con el calor de fuego de su pecho mientras me volvía a besar sujetando mis manos sobre mi cabeza y aplastando esta vez mi espalda y mi culo sobre el vidrio, evitando que pudiese escapar a sus deseos. Lentamente bajó por mi cuello y empezó a mordisquear mis pezones mientras yo seguía inmovilizada, cada vez más empapada y excitada, incrementándose por momentos mi deseo de volver a tenerle dentro de mi cuerpo humano.
Le suplico que me bese, pero el malvadamente acerca sus labios hacia los míos dejándolos a una prudencial distancia milimétrica para que pueda sentir su calor pero no su tacto, y de forma aún más perversa roza mis labios con su lengua tan raudamente que no permite que mi lengua tenga contacto con la suya. Mi lengua comienza a moverse fuera de mi boca buscando la suya, pero él con una pícara mirada y sonrisa se limita a rozarla sutilmente con la suya. El sabor de su lengua me enloquece de deseo y gimo suplicante, entonces él se lanza y me besa profundamente, sin control, deleitándonos en el sabor de nuestras lenguas libidinosas entrelazadas lujuriosamente y de nuevo vuelve a penetrarme profundamente hasta que su pubis roza mi clítoris, yo intento soltar mis manos para poder acariciarle, pero él sigue manteniéndolas bien sujetas con su mano izquierda por encima de mi cabeza, de pronto baja mis manos tras mi espalda haciéndome arquear esta para poder penetarme aún con más profundidad, yo no puedo parar de besarle, y mi deseo de tocarle empieza a convertirse en una dulce tortura. Así que ya que él me impide tocarle con mis manos, elevo mi pierna sobre su espalda y empiezo a acariciarle con mi pie. Él sigue embistiéndome y yo le animo con mi pierna a penetrar cada vez más profundo. En ese momento acerca sus labios a mi oído y me susurra que me gire un poco y mire por la ventana.
Yo lo hago y observo que en la calle delante del museo hay dos chicas mirando hacia nuestra ventana con la boca abierta, una de ellas no deja de mirarme, lleva el pelo corto con mechas rubio platino, unas elegantes gafas de pasta negra de lo más cool, y viste versionando una especie de look tipo mood ochentero consistente en pantalón vaquero, zapatillas deportivas de marca, camisa blanca y corbata de cuero negro. Su imagen me resulta excitantemente andrógina. La otra en cambio viste tipo colegiala de Hentai, con minifalda de cuadros rojos, medias blancas justo por encima de las rodillas sujetas con un liguero, zapatos planos negros y jersey de cuello cisne ajustado a sus curvas y su pelo negro azabache anudado en una alta cola de caballo que le llega casi a la cintura. Ambas no pierden comba de lo que sucede tras nuestros empañados cristales. Acerco mi cara a la ventana y aprieto mis labios restregando libidinosamente mi lengua por el vidrio. Ellas parecen que cuchichean, mi diablillo me sonríe cómplice y gira mi cuerpo volviendo a poner mis pechos sobre el vidrio y comienza a penetrarme desde atrás, con un ritmo lento, profundo e intenso, mientras muerde mi cuello y susurra en mi oído. Mi excitación aumenta a un nuevo estatus y mi mirada se clava en la de la rubia que no deja de observarme con cara de lujuria, mi diablillo entonces saca su polla de mi vagina y la acerca a mi ano, pidiéndome permiso para acceder a mi cuerpo por detrás, le ruego que lo haga lentamente y él comienza a masturbarme dilatando mi agujero poco a poco con una mano mientras con la otra pone a tono mi clítoris, mordisquea mi oreja y cuando nota que mi excitación es suficiente comienza a penetrarme muy despacio con su polla, giro mi cabeza y le beso, aprovechando él para ir entrando cada vez un poco más a medida que mi culo se va dilatando. Nuestras observadoras comienzan a moverse inquietas al darse cuenta de lo que está sucediendo en nuestra habitación, yo gimo de placer a medida que mi diablillo va aumentando el ritmo de bombeo, echo mis manos hacia atrás y agarro sus nalgas rozando con mis dedos su ano e intentando yo también horadar su agujero. Las chicas de abajo ríen nerviosas y yo nuevamente provoco a la rubia lanzándole una de mis intensas miradas de diablesa encendiendo el verde de mis ojos, ella sin poder resistirse al hipnotismo de mi mirada coge la cara de su amiga y le mete la lengua hasta la garganta. Yo río maliciosamente y mi diablo les lanza un beso a través del cristal, que hace que ambas huyan despavoridas a desatar sus nuevas pasiones. Entonces nosotros ya sin mirones nos desatamos y desinhibimos hasta alcanzar de nuevo el éxtasis absoluto.
Entendereis ahora tras estos viajecitos que mi estado de ánimo se encuentre por las nubes, de momento no he vuelto a quedar para viajar por el Astral con ningún diablillo, pero creo que mis endorfinas están cargadas por una temporada.
Pensaba daros algún consejo de los míos para que podáis ser más felices, pero ahora no tengo ganas de andar conjurando, así que como os he dicho durante el relato de estos viajes, sed buenos y no hagáis nada que yo no haría. Nos vemos, pronto, quizás os visite en un próximo viaje por el Astral.