Y volvimos a tocar el cielo
Astartea, ángel del infierno
Y volvimos a tocar el cielo, una vez mas, como cada vez que nos encontrábamos. Teníamos necesidad de vernos, nos prometimos que sólo sería para tomar un café junto a una larga conversación, cosa que nos encantaba, pero… nuestros diablos que siempre conspiraban a nuestras espaldas ya tenían otros planes para nuestros cuerpos.
Así que allí estábamos, escondiéndonos del mundo para poder encontrarnos, con el conocimiento de saber que algo no estábamos haciendo bien… pero sin el valor ni las ganas de querer detener las fuerzas que nos atraían y nos ataban con fuerza para unirnos, las ganas irrefrenables de esas manos de querer tocar al otro, los labios que buscan los labios del otro, las miradas de deseo penetrantes, éramos como dos imanes atraídos por la fuerza de sus polos opuestos.
Y volvimos a tocar el cielo, dentro de aquel coche, bajo un sol de justicia, en aquel la campa llena de vegetación cerca del mar…
Necesitaba salir del coche a respirar, el placer que me hacía sentir el hombre me dejaba sin respiración, sentía que todo giraba en mi cabeza, tantas eran las sensaciones que mi mente no era capaz de procesar todo el placer que acababa de sentir mi cuerpo. Mi cuerpo sudado, a consecuencia de la batalla librada contra la pasión y la lujuria, lo seco la brisa con sus caricias olor a mar, respiré profundo, allí olía a flores, a tierra, a mar, a naturaleza. Caminé alrededor del coche, la vegetación había crecido agreste y nos ocultaba de miradas pícaras, me senté en el capó del coche, iba descalza y la hierba seca pinchaba la planta de mis pies, estaba completamente despeinada, ajusté mi falda y me coloqué mi blusa, en ese momento me di cuenta que no me había puesto el sujetador y mis pezones acariciaban la tela.
Estaba relajada, tranquila, feliz, el hombre se acerco a mí, le cedí mi lugar para apoyarme contra su pecho, mirando al bosque que teníamos frente a nosotros. Mi cuerpo se había contaminado con el olor del hombre. Me abrazo con sus brazos largos y delgados, ¡se estaba tan bien así! Una vez más, empezamos a acariciarnos, era esa fuerza incontrolable que nos obligaba a tocarnos, sentí otra vez su miembro creciendo, sentí otra vez su deseo por mi…
Me gire hacia él ofreciéndole mi boca, mientras mis manos acariciaban su torso desnudo y se entretenían con sus pezones, mi sexo se encendió de nuevo, él era como una droga para mi. Siempre quería más de ese cuerpo, me dejé llevar por el deseo de querer ofrecer y disfrutar haciéndolo.
De sus pezones bajé a su abdomen, esculpido por horas de gimnasio, metió sus manos bajo mi falda y agarró con fuerza mi culo apretándome contra si mientras su boca buscaba mis senos, el roce hizo que su pene alcanzara su máximo tamaño, me solté de su abrazo para ponerme de rodillas frente a él. Desabroché los botones de su pantalón mientras el hombre me observaba. Fácilmente llegué a su pene, que me recibió más firme que un soldado el día de revista. Lo agarré con mi mano, para acercarlo a mis labios, lo besé suavemente, aún olía a mi interior, abrí mi boca para darle cobijo, ¡que bueno, que manjar más dulce! Alcé la mirada, para encontrarme con la del hombre, que me miraba a través de sus ojos claros, aquel hombre callado que tanto contaba con su mirada, le dejé ver como mi lengua acariciaba su glande, como mi saliva regaba toda su polla, abrí aun mas mi boca para introducir todo su tesoro, mientras seguía manteniendo la mirada, aprisioné su polla entre mi lengua y mi paladar, al ritmo de los latidos de su corazón la presionaba levemente, para hacerla sentir en toda ella el fuego de mi boca. Su miembro era grande, muy grande para mi boca, así que tuve que liberarla para poder coger aire. En el siguiente embiste la agarre por la base fuertemente y me dedique a sus testículos, lubricándolos con mi saliva mientras mis deditos curiosos jugaban sin prisas con su ano.
Un gemido largo y profundo salió de su boca, su cuerpo se estremeció, mi mano apretó aún con más fuerza su polla dura y gruesa, con un movimiento suave mi mano dejo a la vista su glande, me dedique entonces a él. Acaricié su frenillo con la punta de mis labios y recorrí su glande con mi lengua, una y otra vez. Cada vez sus espasmos producidos por el placer eran más frecuentes. La introduje otra vez toda en mi boca, y con movimientos de arriba y abajo, la masajeé en toda su longitud, apretando con mis labios cuando subía hacia su glande y liberando esa presión cuando bajaba para hacerle sentir toda húmeda lengua… una y otra vez, una y otra vez, mientras él me agarraba de mi cabello para no dejarme escapar.
Sus piernas flaqueaban y su mirada me rogaba el placer total, estaba a punto de llegar al clímax, y acelere el ritmo, no tardó en explotar en el interior de mi boca, sentí la tibieza de su semen llenando mi boca, seguí un rato más suave cada vez más despacio, esparciendo todos sus fluidos con mi lengua en su pene mientras una de mis manos jugaba con sus testículos. Sus piernas temblaron una vez más, su cuerpo de estremeció y entonces volvimos a tocar el cielo.