Cambio de turno
Diablos Invitados
Autor: Fast Bender
Este era el ultimo turno que hacia de noche. La dirección de los grandes almacenes de bricolaje donde trabajaba, había decidido que no era rentable tener las instalaciones abiertas 24/7. Como yo, otros compañeros entrábamos por la puerta de personal con desgana, dirigiéndonos ya con el uniforme al mostrador de nuestra sección.
Encaminaba el pasillo junto a Yago, un croata de treinta y dos años, instalado desde hace tiempo en Bilbao, el cual tenía los mismos gustos libidinosos que yo, aunque por circunstancias no habíamos coincidido nunca. Comentábamos los planes y posibles trabajos futuros que teníamos en mente mientras llegábamos a los mostradores de nuestros departamentos que eran colindantes.
Él llevaba ferretería mientras que yo me encargaba de pequeña maquinaria de bricolaje. Aun siendo una regla estúpida de la dirección, todavía manteníamos la conversación desde nuestros puestos de venta, alzando la voz en medio del vacío pabellón. Llegamos a un punto cómico donde nos encogimos de hombros y ambos nos acercamos el uno al otro, riendo, continuamos charlando de qué echaríamos de menos de este trabajo, y la verdad que, aunque no era un sueldo impresionante, la tranquilidad nocturna era de agradecer.
En ese momento extendió su mano agarrándome el paquete, y con la seguridad de un tío diez años mayor que yo, me beso lascivamente llenándome la boca con su lengua, mientras yo cerrando los ojos me dejaba llevar por la excitación.
-Esto es lo que voy a echar de verdad de menos -me decía.
-Pero si nunca lo probaste, ¿cómo puedes sentir eso?
-Me lo he imaginado mil veces, todavía no es tarde -dijo bajándome la cremallera del pantalón.
No hizo falta mucho más, pues ya desde el apretón de huevos del primer momento estaba totalmente erecto, cuando él, arrodillado, me empezó a lamer mi polla con lengua experta.
Con el ansia que da la primera vez, tragaba mi miembro hasta la base, notando su garganta dilatada y a él casi sin respiración.
Con la mirada levantada y sabiendo que me estaba haciendo disfrutar hasta la extenuación, Yago paró súbitamente, con mirada picara y viendo mi decepción, se irguió y bajándose el mono de trabajo hasta las rodillas, se ladeó suavemente. No tuvo mas que decir. Agarrándole por la cadera note un culo firme y apretado que se revolvía frotándose contra mis genitales todavía en éxtasis por la mamada recibida.
Apoyado sobre el mostrador, con el mono bajado ya hasta las botas, no puede contenerme mas, y con esa deliciosa vista de su cuerpo empece a embestirle, primero contenido por si la falta de lubricación estropeaba el momento, aunque duró poco, pues el reculaba haciendo mis movimientos mas duros. Con la indirecta cogida, intensifique mis idas y venidas, haciendo que los blisters de tornillería colgados de las estanterías cayeran y se abrieran esparciendo su contenido por el mostrador, el estruendo del metal quizá le excito mas, pues notaba a su vez como él se cerraba sobre mi glande antes de que saliera completamente.
Otra vez, y haciéndome notar que dominaba la situación, se incorporó en la plenitud de mi gozo, con gesto rápido, se deshizo de la poca ropa que me quedaba por quitar y con brazos musculosos me cogió por la cintura y me sentó como a una colegiala en un pupitre.
Me tenia a su merced, con las piernas en alto, cuando dirigiéndome una mirada pícara se sumergió entre ellas para usar una vez mas esa prodigiosa lengua. Un intenso escalofrío de placer hizo que volteara la cabeza hacia atrás incapaz de sostenerla. Los espasmos de placer se sucedían, y dejé caer mi cuerpo totalmente, noté pequeños pinchazos en la espalda que poco a poco fueron convirtiéndose en placenteros, los tornillos esparcidos se clavaban aleatoriamente en mi espalda poniéndome la piel de gallina.
Por tercera vez, me pillo en estado de éxtasis y con los ojos casi en blanco, sentí como introducía su polla en mí, casi la podía ver, era de tamaño perfecto, con una ligera curvatura y un glande protuberante que me estaba haciendo ver las estrellas, rozando las partes mas sensibles de mi interior.
Con el vaivén de sus movimientos sentía el rayar de los clavos en la madera a la vez que marcaban mi espalda. El tiempo se paralizó y entre jadeos y repetidos gemidos sacó su miembro de mi y empezó a masturbarse.
No se si como ofrenda o como ganador regocijándose, eyaculó sobre mi tenso cuerpo que esperaba mas atenciones. Con premura, tan pronto como acabó, entendió mi velada petición, y volvió a tragarse mi miembro, esta vez mas rápido y decidido. Yo me agarraba a las barras de los expositores con tal fuerza que los nudillos me crujían. En varios espasmos y casi gritando entregué mi semen que no vio otra salida que la receptiva boca de Yago.
Exhaustos los dos, permanecimos el uno sobre el otro un tiempo. Después nos ayudamos a vestirnos, y con preocupación me indico que tendría que curarme algún que otro pinchazo en la espalda.
Se acercaba la hora de salida, y se empezaba a ver gente del otro turno pulular por sus zonas de trabajo, volviendo a nuestros respectivos puestos mantuvimos el tipo hasta la hora de fichar.
Dos minutos antes de fin de turno cerraba mi sesión en el ordenador de trabajo, y un recuerdo repentino me hizo dar un respingo. Hace unos meses fue despedido un empleado por robar en la tienda varias pequeñas herramientas eléctricas, la prueba concluyente fue un vídeo de seguridad.
Lenta y cautelosamente fui girando y elevando la mirada hasta las columnas del pasillo. Una cámara de videovigilancia apuntaba directamente al escenario de nuestro crimen. Ruborizado intente pensar en una solución mientras salía del recinto, introduje mi tarjeta en el reloj-marcador,
el cling al marcar mi ficha me devolvió a la realidad desde mis pensamientos, ya no trabajo aquí, pensé, y me fui esperando que alguien disfrutara de nuestro momento con esa grabación.