Cuando el negro se hace rosa
Barbarella
Lo primero que me llamó la atención de esta publicación es su formato. La cubierta más exterior es de color negro mate de pasta dura que forma como una especie de caja sin cerrar. En su interior está el libro con una cubierta rosa. La encuadernación es de tipo acordeón, lo que sin duda le da personalidad, pero no pude evitar sonrojarme cuando al abrirlo en el metro sin recordar esta característica desplegué sin remedio el gráfico contenido sexual delante de los viajeros que estaban a mi lado.
El título no puede ser más inspirador, «Cuando el negro se hace rosa», el negro evocando el oscuro concepto del sexo, pero que en realidad es más bien rosa, como los besos, y nuestras zonas erógenas. Podría definirse como un libro objeto, a mi me gusta decorar con libros mi casa, dejando a la vista cubiertas o páginas que voy cambiando, este libro ha tenido su lugar en mi recibidor. Está formado por un conjunto de 10 ilustraciones de diferentes estilos y técnicas. Los coautores son Mariadiamantes, Amaia Arrazola, Conrad Roset, David de las Heras, Chamos San, Ricardo Cabolo, María Herreros, Sergio Mora y Lyona. Cada uno con su personal estilo plasma un encuentro sexual, uno a solas, o compartido, con diversas combinaciones de género, incluso llegando a la orgía.
Cada ilustración está acompañada en el reverso por un texto en el que el autor escribe lo que le inspiró o quiere decir con su obra. Me gustó encontrarme con una carta de James Joyce uno de los escritores más incluyentes del siglo XX del llamado «modernismo anglosajón». La correspondencia entre James Joyce y su esposa Nora Barnacle salió a la luz tras su muerte, y estas cartas constituyen un pilar de la literatura sexual. Ni las ilustraciones ni los textos cuentan una historia, son pensamientos inconexos, salvo por la temática sexual y los colores negro y rosa que aparecen en todas las ilustraciones. Mi ilustración favorita es la de Chamos San, pero en esto del arte y los gustos, cada uno tiene el suyo, por lo que os invito a que elijáis la vuestra.
No puedo evitar despedirme con un fragmento de una de las «cartas sucias» de James Joyce
6 de diciembre de 1909
44 Fontenoy Street, Dublín.
¡Noretta mía! Esta tarde recibí la conmovedora carta en la que me cuentas que andabas sin ropa interior. El día veinticinco no conseguí las doscientas coronas, sino sólo cincuenta, y otras cincuenta el día primero. Esto es todo en lo que al dinero se refiere. Te envío un pequeño billete de banco y espero que al menos puedas comprarte un lindo par de bragas, y te mandaré más cuando me paguen de nuevo. Me gustaría que usaras bragas con tres o cuatro adornos, uno sobre el otro, desde las rodillas hasta los muslos, con grandes lazos escarlata, es decir, no bragas de colegiala con un pobre ribete de lazo angosto, apretado alrededor de las piernas y tan delgado que se ve la piel entre ellos, sino bragas de mujer (o, si prefieres la palabra) de señora, con los bajos completamente sueltos y perneras anchas, llenos lazos y cintas, y con abundante perfume de modo que las enseñes, ya sea cuando alces la ropa rápidamente o cuando te abrace bellamente, lista para ser amada, pueda ver solamente la ondulación de una masa de telas y así cuando me recueste encima de ti para abrirlos y darte un beso ardiente de deseo en tu indecente trasero desnudo, pueda oler el perfume de tus bragas tanto como el caliente olor de tu sexo y el pesado aroma de tu trasero.