Esencia de hombre
Barbarella
El día que conocí al buenorro me preguntó ¿Por qué te llamas Barbarella? Ven mañana a mi casa a las 8 y te lo explico…
Mi madre escogió mi nombre con el método que utilizó para escoger el nombre de mis hermanos, esperó a tener un pálpito. Conmigo esa corazonada se hizo esperar, ya había salido de cuentas y en el fondo temía pasar delante de alguna iglesia y para terminar llamándome «Virginia». !Qué diferente hubiera sido mi vida! Podría haber sido, pero no fué así, un día zappeando se topó con ella, una exultante Jane Fonda luciendo un imposible traje espacial. En la escena que vió mi madre en ese instante, Barbarella entraba en una sala plena de féminas que fumaban una esencia extraída a través de una especie de bong. Una burbuja de cristal en cuyo interior nadaba un masculino. De la burbuja salían unos tubos con unas boquillas a través de cuáles fumaban.
-«¿Quieres probar?» Le ofrecieron a Barbarella
-«¿Qué es?» Preguntó
-«Esencia de hombre», contestó la fémina.
Ahí es cuando mi madre sintió el pálpito, supo que mi nombre sería Barbarella.
Recordándo esta anécdota salí de la ducha. Hidraté mi piel con una crema perfumada con esencia de Benjui, que creo que no tiene ninguna propiedad afrodisiaca, pero estoy totalmente enganchada a su olor, además con ella consigo el más suave de los culitos. Decidí no llevar ropa interior. El vestido que había seleccionado para recibir al buenorro llevaba una especie de bustier metálico y una falda de gasa de seda en tonos azulados transparente. Me apetecía que se dibujaran mis curvas así, sin ninguna inoportuna tira. Remarqué mis ojos azules con lapiz negro, para lucir la mejor de mis dramáticas miradas.
Tocaron al timbre
-Sube, estoy lista- El buenorro llegaba
Tenía una boca hecha para besar y un cuerpo esculpido como la mejor máquina amatoria. Sin duda era un BUENORRO con mayúsculas, no podía estalo más.
-Desnúdate- Le ordené.
Me deleité observando sus apetecibles abdominales en forma de V.
-Túmbate en la cama- Le indiqué
Até sus extremidades a la cama con unas cintas de satén negro. Tapé sus ojos con un antifaz negro. Cogí una pluma y empecé dibujando su silueta de abajo a arriba. Al llegar a su cara le besé en los labios. Me respondió con pasión, uno de esos besos que a mi me gustan, acariciando mis labios con sus labios y lengua suavemente, sin taladrar mi campanilla. Bajé hasta su cuello, acaricie ese camino que tanto me gusta hasta el hombro. Cerré los ojos mientras tocaba su torso, la imagen que proyectaba sobre mi mente no podía ser más perfecta. Calibré sus biceps, duros plenos.
Decidí quitarle el antifaz, en ese momento me apetecía que me mirara y le dije:
«Voy a probar tu esencia»…
Los nombres nos marcan tanto como nosotros marcamos a nuestros nombres.
Foto de portada: Enrique Lin
Dibujo: Barbarella