La cata del tas tas
Barbarella
Normalmente el “tas tas” me sorprende con sus juegos, pensé que ya me tocaba el próximo encuentro y le escribí:
“Te invito a una cata en mi casa, no traigas vino” y le envié mi dirección.
No suelo invitar a masculinos a mi casa, pero el tas tas me ha demostrado ser un masculino muy discreto y sus taras son más divertidas que peligrosas. Adora los detalles, por lo que podía prepararme como me gusta. Para la ocasión quise estrenar un modelito nuevo, cintas negras elásticas bordeando mis curvas con apliques de encaje ubicados estratégicamente. Decidí no ponerme medias para facilitar la cata, en su lugar me pinté con sirope de chocolate una línea desde el culo a los tobillos emulando esas medias de los años 50 que lucían las pin ups. Le encantan los zapatos de tacón de aguja, la última vez me regaló unos rojos de charol, y justo cuando estaba poniéndomelos sonó el timbre. No quería mostrarle el modelito aún, tenía otros planes, por lo que me cubrí con una larga bata de satén negro con diseño oriental y así le recibí.
“¿He llegado demasiado pronto?” Me preguntó al ver que no estaba vestida. Sin decir palabra le besé suavemente en los labios, y le tapé los ojos con una cinta de raso negro. La proximidad delató su grado de excitación, lo que me reconfortó, estaba justo en el punto en el que deseaba tenerle. Le dirigí hasta el comedor, la mesa de cristal situada en el centro haría las funciones de “nuestra mesa de operaciones”. Le invité a que se sentara en una silla para romper un poco el hielo. Le expliqué las reglas del juego, no podría probarme ni probar nada hasta que se lo indicara, sabía que contenerse incrementaba su nivel de excitación. Descorché la primera botella, se trataba de un blanco joven, lo serví en una copa no le dejé probarlo pero si olerlo, y yo hice lo mismo. Desprendía un suave aroma a manzana, me pareció sentir unas notas cítricas de limón. “abre la boca, ahora vas a probarlo”, le dije y derramé el contenido de mi copa sobre uno de mis senos formando un pequeño riachuelo que dejé caer sobre su boca. Paladeó el vino y me pidió más. “¿Tienes hambre?” Le dije, creo que es hora de tomar el postre. Me quité la bata de satén dejando al descubierto mi modelito, y destapé sus ojos con la idea de que disfrutara de las vistas. Me gusta que me miren, me gusta exhibirme, es una de mis pequeñas filias confesables. “¿Puedo tocar?” Me preguntó, me encanta que sea tan formal, siempre pidiendo permiso, ¿cómo podría negarle algo a mi tas tas? Recorrió con sus dedos las cintas elásticas haciendo pequeñas pausas deleitándose en el encaje.
Serví otras dos copas de vino, esta vez un tinto, y para completar nuestra cata, saqué unos bombones belgas. No sé cocinar, pero le preparé un postre basado en vino, chocolate sobre mi cuerpo. Me tumbé en la mesa de cristal boca abajo, y le indiqué que colocara los bombones sobre mi culito. El juego consistía en coger con la boca un bombón, sin tragarlo combinarlo con un sorbo de vino. Después tenía que recorrer con la lengua la línea de sirope que había dibujado en mis piernas…
Umm que bien come mi tas tas.