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Arwen
Sí, ahí estaba. Hermes, sentado en el asiento del coche con su torso desnudo y sus vaqueros aún ligeramente desabrochados.
El tono de su piel denotaba muchas horas al aire libre, y tenía un cuerpo definido sin ser exageradamente musculoso, aunque sus piernas y sus brazos habían dejado más que claro sobre mi piel la fuerza que eran capaces de tener sujetándome. Tenía un precioso tatuaje tribal en el antebrazo, sus labios eran carnosos, apetecibles, era difícil resistirse a ellos, con esa barbita de un par de días que parece que enmarca su boca haciéndola más bella aún si era posible. Sus ojos oscuros y sinceros al mismo tiempo, invitaban a perderse en ellos cómo en la profundidad del océano. Su pelo seguía engominado haciendo una pequeña cresta dándole ese aire de maldad inocente tan apetecible en un hombre. Su aroma, mmmm, irresistible, duradero, de esos que te impregnan hasta el cabello y cada vez que te giras, vuelves a recordarle entre tus piernas, cierras los ojos y te muerdes el labio saboreando el momento, el recuerdo, ante las miradas expectantes de quienes van a tu lado en el ascensor.
-Acercate -Me dijo ofreciéndome el cobijo de sus brazos -Quiero sentirte cerca, sentirte mía un poco más.
Me apoye en su torso buscando el hueco que dejaba su cuello para reposar mi cabeza y suspiré. Cerré los ojos y me dejé querer escuchando latir su corazón.
-¿Sabes? Eres muy hermosa, tienes unos rasgos impresionantes,lo dije en serio. Déjame que te haga una sesión. Haré que te sientas tan cómoda y tan hermosa que no querrás volver a vestirte. -Me susurró con esa sonrisa picaruela que es capaz de poner cuando quiere convencerte.
Yo le sonreí y le besé, tiernamente en los labios
-Sí, está bien.
Y él me besó apasionadamente casi sin dejarme terminar y sonrió,
-De acuerdo, esto servirá cómo firma del contrato.
Besó mis labios, besó mi cuello, despertando mis ganas y haciéndome otra vez suya, haciendo temblar mis piernas y Mojando el asiento del coche con el calor de su lengua.
Arrancó el coche, y se dirigió hasta su casa donde tenía su estudio. Hermes me abrió la puerta y cogiéndome por la cadera me invitó a entrar y me ayudó a instalarme cómodamente en el sofá.
-¿Te preparo un café? -Dijo. Asentí con la cabeza. -Relajate, tengo que preparar unas cuantas cosas. Estás en tu casa.
Mientras Hermes comprobaba la estabilidad y el ángulo de la cámara, y acababa de organizar la sala eligiendo la decoración, yo me acurruqué en el sofá con el café entre las manos, olía a canela, igual que la primera vez que nos vimos, cerré los ojos y recordé nuestro primer encuentro.
Hermes se acercó en silencio, y me besó el cuello desde atrás,
-Ya está todo preparado, sólo me faltas tú. Ven, quiero aprovechar la luz natural que entra por la claraboya.
Me acompañó a la habitación, un sofá, una cama, un biombo, y todo decorado con todo lujo de detalles, las cortinas, las flores, hasta el más mínimo detalle. Y aquella claraboya, hacía de esa habitación un paraíso natural.
-Puedes hacer todo lo que se te ocurra. Es tu territorio, yo te seguiré con mi cámara. Diviértete.
Comencé posando como estaba, con su sudadera amplia mis vaqueros y mis tacones. Me quité la sudadera, y posé con mi lencería azul turquesa, y dejando entrever los encajes a través de la cremallera abierta del pantalón, jugueteando con ellos hasta quitarlos. Dejé mis tacones a un lado y posé en lencería provocando a Hermes a través del objetivo.
-Vuelve a ponerte los tacones, me encantan.
Colocándome de nuevo los zapatos, le complací. Detrás de la cámara sólo podía ver su sonrisa que me lo dijo todo. Me deshice de mi sujetador liberando mis pechos y pude notar que sus ojos me deseaban a través del objetivo.
-Eres preciosa, me dijo.
Y fui deshaciéndome también de la parte inferior, dejándome sólo los tacones.
-Eres una diosa. Mi diosa. ¿Por qué una huella? -Preguntó por mi tatuaje.
-Es una huella de loba, significa el poder de las lobas.
Y fue tan fácil, posar era cómo hacer el amor con la cámara, como si fuera una extensión de él y quisiera hacerla mía .
Mis labios querían besarle, mis pechos anhelaban su tacto, mi vientre buscaba su peso, y mis piernas y mi sexo necesitaban acercarle, arqueando mi espalda…
Y así el obturador se abrió captando cada postura.
Hermes dijo:
-Hace rato que me muero de ganas de hacer una cosa… Pero aquí no, esto es trabajo, tengo un sitio mejor para ti. -Y cogiéndome en brazos me besó. -Ahora quiero verte de cerca y en cada postura sin que un sólo milímetro nos separe.
Y me llevó al dormitorio…