
Reclamando el coño de goma
Hieros Gamos
Masturbarse es uno de los actos más naturales del ser humano. Es curioso porque lo hacemos todos, desde el primero al último y el que diga que no (o la que diga que no) seguramente miente como un bellaco. Con esto no quiero decir que todo el mundo se la pele a diario frotando como para hacer fuego, pero el que más o el que menos se toca con cierta frecuencia. Es tan natural que incluso lo hacemos desde pequeñitos, mucho antes de comprender lo que estamos haciendo. Tan solo descubrimos que al toquetearte ahí abajo te da gustito y ¿a quién no le apetece pasárselo bien?
Tan natural como repudiado ¿por qué? Pues porque somos así. Masturbarse ha sido durante mucho tiempo algo vergonzoso y pecaminoso: que si te sale pelo en las manos, que si te vas a quedar ciego, que te salen granos en la cara… un montón de tonterías, todas con el único fin de que no sucumbas al pecado de Onán (el cual por cierto no fue castigado por masturbarse).
Afortunadamente las cosas cambian, el mundo se vuelve poco a poco contra las antiguas costumbres y va abriendo las puertas a naturalizar lo que ya es de por si natural. Aún con todo, que te pillen dándole al cinco contra uno es posiblemente una de las situaciones más embarazosas en las que nos podemos ver envueltos.
La cuestión es que como he dicho vamos avanzando; hoy muy poca gente considera la masturbación como algo malo (admita o no que lo hace) e incluso nos ha llevado a verla casi como un símbolo de libertad y autoafirmación como es el caso de las mujeres. El dildo como herramienta de empoderamiento.
Sin embargo parece que los hombres nos estamos quedando atrás en este aspecto. Una mujer masturbándose, en el imaginario colectivo es una imagen provocadora y estimulante, erótica y sexy a partes iguales. En contra, la imagen de un hombre dándole al manubrio asquea, repugna, transmite una sensación de soledad y fracaso. Parece que el hombre no tiene más remedio que fornicar para poder calmar sus bajos instintos, de lo contrario no es más que un perdedor.
Pues parece que esto sí…
Pero esto no
Incluso con los juguetes sexuales pasa lo mismo: el consolador como ya he dicho representa la fortaleza femenina y la autosuficiencia mientras que cualquier juguete masculino es visto como un chiste, algo desagradable que de seguro está sucio, lleno de restos pringosos y pelos púbicos. Incluso la variedad de artículos es sorprendentemente baja en comparación con los artilugios onanistas para las féminas. Es cierto que es más fácil idear algo para penetrar que para ser penetrado, pero caray.
Pues por todos los demonios, esto hay que cambiarlo. Chicos, estáis muy acostumbrados a usar solo la mano pero hay todo un mundo de esponjosas y suaves herramientas para disfrutar de vuestra intimidad llevándolo a otro nivel. Mirad, probad, comparad: tenéis vaginas, anos y bocas, huevos de silicona, manoplas, vibradores… todo un mundo esperándoos. No tenéis por que avergonzaros de tener un juguetito para esos momentos, no sois ni más ni menos hombres por ello. En este punto no os voy a arengar a probar con los juguetes anales, que os veo venir y os entra el síndrome del cojón retráctil, eso lo dejaré para un artículo más adelante ;).
Y chicas, asumid que del mismo modo que vosotras tenéis vuestra varita mágica o conejito de la suerte, ellos también pueden tener lo suyo, que disfrutar de uno mismo es todo un arte. Vosotras nos lleváis ventaja en este campo, así que yo os digo, si a vuestro chico le da reparos (o se hace el machote y te dice que no lo necesita) regaladle vosotras misma uno y le ayudaréis a dar ese paso. Os aseguro que le hará más ilusión de lo que creéis.