Comunicación sexual
Hieros Gamos
Vivimos en pleno siglo XXI, una época marcada fundamentalmente por la comunicación. Ahora mismo nadie está lejos como para no poder conectar con esa persona casi al instante, en cualquier momento y desde cualquier lugar. Tenemos acceso a una cantidad de información abrumadora, millones de veces más de lo que han podido tener nuestros antepasados que se veían limitados al pequeño entorno que les rodeaba. La globalización tiene sus cosas malas pero desde luego también nos ofrece una gran cantidad de ventajas. Sin embargo y a pesar de todo nos seguimos dejando llevar por los prejuicios, discursos vacíos e ideas preconcebidas.
El otro día, me encontraba charlando con un buen amigo acerca de ciertas pastillas azules milagrosas que ayudan a los hombres a mantener su sexualidad y en ocasiones su hombría.
-Pues resulta que estas pastillas funcionan como vasodilatadores lo que permiten que llegue más sangre al pene y que este se pueda erectar. Eso sí, no creas que te van a poner cachondo ni se te va a poner el nabo de 25 centímetros, por mucho que a ellas les guste.
-Mi querido amigo, te veo un poco confundido.
-¿Por qué?
-Porque a las mujeres en general no les interesa las pollas tan grandes.
-Sí claro…
-Tú hazme caso.
-¿Y tú cómo sabes tanto? -dijo con cierta ironía.
-Pues es muy fácil: porque hablo con ellas (y las escucho). Este es un tema que lo he comentado con muchas amigas y la conclusión ha sido casi unánime. Todas ellas me hablaban de un rango de tamaño entre los 15 y 18 centímetros. Había quien ampliaba estas medidas algo más o algo menos pero esta sería la media. Muy lejos de los soñados 25. Aparte de esto, y aquí sí que coincidían todas ellas, al final la longitud es lo que menos les preocupa ya que les interesa más el grosor. Si lo piensas tiene mucho sentido ya que las principales terminaciones nerviosas de la vagina se encuentran lógicamente en las paredes de la misma por lo que lo interesante es un pene que roce, más que uno que llegue muy lejos. Por otra parte, pocas mujeres tienen una vagina lo suficientemente profunda como para albergar un bicharraco de 25 centímetros, así que si las intentas penetrar sin más con ese ariete, seguramente acabes haciéndoles daño y te tendrás que poner una toalla a modo de tope, lo cual me parece desde poco erótico hasta bastante incómodo.
-Caramba… me dejas sin palabras…
Pues sí amigos, esta es una de las grandes verdades del sexo, bastante obvia por una parte y en exceso desconocida.
Pero no os penséis que sólo nos pasa a nosotros, que vosotras también caéis en la trampa del prejuicio. Me encuentro a muchas mujeres pensando que lo que nos interesa a los hombres es corrernos y punto y que lo demás nos importa un carajo y esto tampoco es cierto. A los hombres, a nivel social se nos educa para encontrar nuestro placer sexual a través del vuestro, como si nuestra meta y objetivo en el metesaca fuese vuestro propio orgasmo. Esto (que por cierto, es algo de lo que nos deberíamos desprender aunque mejor lo comento en otro artículo) está constatado. Recuerdo leer un artículo sobre un estudio que se hizo acerca de los hábitos masculinos al consumir porno. Uno de los resultados fue que los hombres pasamos más tiempo mirando la cara de la actriz que cualquier otra parte del cuerpo. A mi personalmente, cuando veo porno me parece fundamental poder ver la cara de la chica y también escucharla. Un plano genital con una música tapando cualquier sonido es algo que no me pone nada. Necesito ver y escuchar el deseo y la excitación de ella para poder disfrutarlo de verdad.
Esto son sólo dos ejemplos representativos del gran problema que tenemos con el sexo, que es la falta de comunicación. Necesitamos hablar más, expresarnos con libertad tanto dentro de la pareja como entre amigos. Escuchar al otro, comprender sus deseos y motivaciones, aprender de ello y hacernos sexual y eróticamente más sabios y entonces dejaremos de preocuparnos por cosas tan banales como tamaños y apetencias.
Tú pregunta sin miedo.