Inrtercambio de roles. Hoy: Pole Dance
Hieros Gamos
Hace unos días, estaba yo reflexionando sobre como es posible que aún hoy siga habiendo ese sesgo de género en cantidad de actividades. Hay muchas que están claramente marcadas por un genero como si el otro no pudiera acceder a ello o estuviese mal visto. Por eso se me ocurrió una idea: ¿y si pruebo una actividad que sea mayoritariamente femenina?
La primera que me llegó a la cabeza fue el pole dance, el baile en barra famoso por el mundo del streap tease y un tipo de danza de carácter absolutamente femenino.
Cuando lo comenté entre mis diablos, nuestra elfa Arwen me dijo que ella lo practicaba y que su profesora Raquel Pedrosa era una auténtica máquina. Dicho y hecho, me puse en contacto con Raquel y le comenté la idea: probar durante un mes para sacar unas conclusiones sobre esta actividad y escribir un artículo. Ella muy amablemente accedió y concertamos una cita para la clase.
Raquel en pleno esplendor
Primer día de clase.
Llego pronto (la puntualidad está entre un don y el deber) y la clase anterior aún está por terminar, así que me indica que espere en el sofá, mientras puedo ver la clase y después pasar a cambiarme. Me encuentro ojiplático al ver una cuadrilla de chicas subiendo y bajando por la barra como si tal cosa. La profesora concretamente parece que tiene imanes en las manos. Es obvio que no deben pasar muchos varones por el aula, ellas me miran de reojo con una sonrisa de medio lado como diciendo “este pobre diablo no sabe lo que le espera”. En este momento empiezo a sudar de puro miedo. La forma en la que suben, bajan y se cuelgan de la barra me parece sobrenatural.
Finalmente la clase termina y paso a cambiarme. Hablo un poco con Raquel sobre las expectativas. Ella, una mujer pequeñita pero con un cuerpo sorprendentemente armonioso, tonificado y músculoso. Yo me miro en el espejo y sólo por comparación me siento increíblemente pequeño. El resto de chicas van llegando a la clase, entre ellas Arwen que no puede parar de sonreír con malicia al verme.
Comienza la clase: el calentamiento.
Como en toda actividad deportiva lo primero es calentar bien… unos estiramientos por aquí, unas flexiones por allá, que si dobla la pierna por este lado y túmbate… lo reconozco, fue una de las experiencias más humillantes que he tenido en mucho tiempo. Mi forma física no es que sea baja, es que está bajo cero. Mientras torpemente intento seguir las instrucciones que da Raquel, yo, de reojo voy fijándome en el resto de chicas. No debería haberlo hecho “sic”
Ahora sí, los primeros ejercicios.
Terminado el calentamiento y habiéndome dejado en el suelo el orgullo, la honrilla y los pulmones, sudando como si no hubiese un mañana comenzamos con los primeros ejercicios. Arwen muy amablemente se presta a dejarme su bote de magnesio para las manos (te vas a quedar sin él, pienso para mis adentros). El primer ejercicio parece fácil: apoyar un pie junto a la barra y con la otra pierna rodearla manteniéndome en equilibrio. Pues parecía fácil pero no. Descubro que mi biceps femoral tiene tanta fuerza como el pedo de un canario (el ave, no el oriundo de Canarias) y no encuentro la manera de mantener la postura. Mi orgullo sale corriendo por vergüenza ajena.
Después otro ejercicio: engancharte con las manos a la barra y haciendo fuerza subirte un poco y rodearla con las piernas. Al primer intento no logro ni levantar los talones. Al segundo y haciendo trampas con un pequeño salto me patino por la barra. Al tercer intento consigo engancharme con los muslos y descubro que ir bien depilado puede ser una buena opción para practicar este deporte. Al cuarto intento y tras resbalarme las piernas con la barra en medio, comprendo que los hombres tenemos una dificultad añadida… lo asumo desde el suelo mirando al techo con los ojos bizcos y un hilo de voz diciendo aaaaaaaaaay
A bailar
Ahora tocan unos movimientos de baile, esta vez desde el suelo (empiezo a tener esperanza) agarrarte de la barra con una mano y girar alrededor de ella con un pie fijo en el suelo dejando que la inercia del cuerpo te lleve. Me cuesta un poco coger el movimiento pero al final parece que lo comprendo y medianamente lo consigo hacer. Los ánimos empiezan a subir y ya no me siento tan torpe. Hacia la derecha, hacia la izquierda, estoy un rato dándole vueltas a la barra. Eso sí, cuando termino tengo los músculos de los brazos totalmente congestionados y unas importantes ampollas reventadas en la mano. No hay dolor (y no dirán de mi que me añusgué a media clase) así que seguimos.
Por el odio de Satán, esta barra parece estar forrada de lija
Y el mundo se dio la vuelta.
Esta vez nos venimos arriba… o abajo, no lo tengo muy claro. La cuestión es que me indica Raquel “vas a hacer un invertido: sujetas la barra con las dos manos, una encima de la otra y con el cuerpo bien pegado a esta, te lanzas hacia atrás dejándote colgar boca abajo con las piernas bien abiertas”… yo la miro con con cara de “estarás de broma” pues no, no lo estaba.
Marcharme ya no es una opción, además nada se escribió de los cobardes, así que pongo una colchoneta debajo (cobarde no, pero precavido un rato largo) y lo intento. Me agarro a la barra como un gato a unas cortinas, ignoro el dolor de las ampollas, me lanzo hacia atrás y… me resbalo hasta el suelo. Necesito más magnesio.
Yo tenaz lo sigo intentando una tras otra hasta que al final, alucino en colores ¡estoy colgado boca abajo! que subidón, lograr ese movimiento me hace volver a creer en mi mismo o al menos en lo que puedo hacer con mi cabezonería. No es que aguante mucho la postura y tampoco es que la haga con demasiada gracia pero ahí estoy, colgado de una barra tan espatarrao como me dejan mis maltrechos músculos. ¡Corre, hazme una foto!
La postura del jamón goteante puesto a curar
Fin de la clase.
Ahora sonrío y esta vez no es un rictus de pánico sino un gesto de autosatisfacción. He completado mi primera clase de pole dance e incluso he conseguido hacer un movimiento que por lo que me dicen las chicas, no todas fueron capaces de lograrlos en sus primeros días. Así que decidido, me dirijo a Raquel y le digo… ¡Una y no más! muchas gracias, lo he disfrutado más de lo que parece pero esto definitivamente no es para mi. La actividad es realmente divertida. El ambiente en clase es distendido, la profesora es magnífica y yo estoy cargado de endorfinas hasta las cejas, pero siendo honesto, soy demasiado vago para el esfuerzo que exige.
Mientras me cambio en el vestuario me entra la risa floja: al agacharme para atarme las zapatillas me tiemblan las piernas… y eso que estaba sentado.
Raquel resumida en dos palabras: im-presionante
Conclusiones.
El pole dance es una actividad fuera de cualquier cosa que hayas probado. Exigente a nivel físico lo que supone necesaria una cierta cantidad de paciencia y es que hasta que empiezas a hacer cosas chulas tendrás que trabajar una temporada pero si lo logras, habrás hecho un trabajo de autosuperación que te acompañará siempre, estarás en forma y serás una de esas pocas personas capaces de hacer algo así de increíble.
En resumen: el pole dance es para tias muy duras y yo, yo soy un hombre más bien blandito.
Foto de portada: Raquel Pedrosa
Y de postre un vídeo de Raquel bailando que quita el hipo